viernes, 6 de noviembre de 2009

el "persona"

Es increíble como un titulo te hace mas persona.

Creo que ya no escribo con estilo gramático distinto en cada hoja de cuaderno. Ya no está mi profesora retándome por mi personalidad múltiple que se manifestaba cada día. Ya no ocupo cuadernos.

Y si, daba vuelta los números también, ¿para que lado es el seis o el nueve? No recuerdo la última vez que vi una división o multiplicación.

Si claro, no se cual es el fucsia ni el Calipso. O sea… Se que uno es parecido al rosado y el otro al celeste, pero nunca supe cual es cual.

También, dormía con la almohada bajo el brazo, pero eso no tiene nada de raro. Lo sigo haciendo.

Si, los primeros minutos de lucidez tras el sueño me han sido mal distribuidos. Me congestiono a penas despierto, mientras mas demoro en levantarme mas pienso, y mientras mas pienso, menos hago.

Efectivamente, estoy seguro de que cada vez que salgo a fumar escuchando música, para pensar en aquello que estoy casi seguro que pasara, eso mismo, finalmente no pasa.

Sé que es así, y lo sigo haciendo, y siguen no pasándome cosas.

Soy desordenado, lo sé y lo reconozco. Tremendamente desordenado, tengo tres carnet conmigo. Tal parece que se me hace más fácil sacar un carnet nuevo que buscarlo bien en mi casa. (Que horrible que suena esto)

Si, preferiría carretear mas, pero no lo hago.

Si, preferiría conocer mas minas. Mas bien preferiría que me conocieran y no tener yo que sacarlas a bailar, poniendo en juego las últimas gotas de ego que quedan del “GRAN ED”. ¿alguien conoce a este fulano?. ni pico idea de quien rechucha es o fué. y si fue, no tengo idea de que rechucha fue lo que hace que sea en tiempo pasado y no presente.

Si, preferiría querer mas, y estoy seguro de hacerlo. No recuerdo la última vez que lo dije, debí haberlo imaginado, eso si pasa frecuentemente.

Si, me imagino pidiéndole disculpas a la gente que he dañado. No recuerdo la última vez que pedí disculpas.

Si, soy adicto a power soccer. (me pone de mal humor no jugarlo)

Si, me arrepiento de muchas cosas, realmente. Me arrepiento.

No llamo a los amigos, solo ocupo el celular como despertador. (¿A caso no es para eso?)

Me creo rico, pero lo mío es otra cosa; mi personalidad. Pero olvide como se ocupaba, así que actualmente tengo menos brillo que un zapato de gamuza.

si, si fuera mina, no me pescaria nicagando, pero es que NI-CA-GAN-DO.

Eso si, nunca entendí como hay personas que les cuesta separar las palabras por silabas.

Sí, creo que seré escritor, y lo he pensado mil veces en el patio fumándome un cigarro y escuchando música.

Lo único que nunca pensé, mientras fumaba un cigarro y escuchaba música, es sacar el titulo.
Creo que por eso, no sé, tal vez, quizás, haberlo sacado me hace mas persona.

martes, 29 de septiembre de 2009

a veces sueño






Mis dedos se agitaban suavemente, delicado, pausado, cada movimiento era un masaje para el rigor de los bellos que en mis brazos se vaiveneaban cautelosamente. Mis ojos se mantenían cerrados y aun así, un azul verdoso se traslucía atravesando mis parpados como si se tratara de una suave tela blanca. Mi cuero cabelludo se estremecía, mi cabello tomaba forma y peso algo ambiguas, pero dejaban de ser parte de mi conciencia, cada extremidad se valía por sí sola, como pudiese, pero masajeando una canción de ritmos puros y lentos. Estaba flotando, sobre algo, que de a poco tomaba forma de agua, de agua pura y cristalina, atrapada en un espacio especifico pero del cual no lograba establecer límites claros, ni paredes visibles como de piscina, a lo menos. Cuando mis ojos se abren, veo la profundidad aun clara, por lo que deducía que no debía estar muchos metros bajo el mar. Quise sentir mis manos, quise sentir mis piernas agitándose dentro del cuerpo acuoso, pestañeaba de vez en cuando y abría mi boca sin sentido ni razón, pero todo seguía siendo sordera y paz, tranquilidad absoluta, mis movimientos completamente mesurados no entorpecían aquel figura rítmica que no lograba diferenciar, pero que me propinaba un estado de ensueño profundo. Al rato comienzo a comprenderme, a diferenciar mi situación dentro de lo posible, recuerdo que no soy pez, recuerdo que me angustio, que el no conocer el fondo me estremece y desespera, sé que tengo que hacer algo, pero no sé exactamente que es, sé que estoy apurado, que debo ascender, que mi pecho comienza a inflarse, que mi cabeza comienza a patear sobre mis narices pidiendo oxigeno, aire, realidad.


En breves movimientos rotos comienzo a ascender por el agua directo a la superficie, pero no logro despegar como los delfines a los ojos de los marinos, no logro tocar el aire, tocar el exterior, solo palpo el techo dibujado por una trampa de agua. Me siento dentro de un acuario y mi desesperación se hace shock. Quiero menos libertad, quiero realidad, necesito realidad y dejar de hacer aquello que los humanos no hacen, quiero hacer lo que debo hacer y estoy atrasado ya para alcanzar aquello, mi corazón late de tal manera que casi estalla mi pecho, mis brazos y piernas aletean tratando de salir, ya no hay oxigeno, ya no hay tiempo, la realidad está al otro lado de mis palmas empujando la angustia y sin poder salir a la superficie.


A veces despierto acongojado a media madrugada, dentro de la desesperación y con un miedo que me inunda he inmoviliza. Aquellas noches descubro siempre de sorpresa que el cobertor me ha abandonado, ha dejado mis brazos y cuellos al descubierto, es una sensación indescriptible pero aproximada a la angustia y al pánico. No comprendo el porqué pero siempre una pesadilla va acompañada de esa escena, mi cuerpo al descubierto, y mi mente contando hasta diez para armarme de valor y taparme nuevamente, solo luego de esta maniobra, logro emprender el largo camino al retomar el sueño profundo. Siempre olvido todo esto al despertar por la mañana, a veces creo que me he acostumbrado a despertar así por las noches. Mis pesadillas nunca son un augurio de un dolor de estomago o cabeza, nunca lo han sido, así que invalido tajantemente aquello que señalan algunos sobre las pesadillas como la premonición de una enfermedad. Mis pesadillas siempre son guachas e inexplicables, siempre las olvido, por esta pesadilla me abordó una vez, y ahora creo encontrarle razón, mucho tiempo ya de haber transcurrido.


Por lo general uno nunca tiene mucha conciencia de lo que ocurría en aquellas, las primeras dos primaveras de nuestras vidas. Yo recuerdo solo dos escenas.
Jamás olvido aquella sensación de cámara lenta que me abrazó una tarde en la casa de mi abuela, cuando de niño y sin explicación alguna me sostuve sobre el sillón en el living, abrí mis brazos haciendo una cruz, y dejándome caer de espaldas sobre el piso. No recuerdo el dolor del golpe ni sus represarías, solo recuerdo esa sensación como lanzándome en paracaídas de un avión. Lo que viene después se nubla hasta la próxima escena cargada de aromas de adobe y árbol viejo.


Recuerdo ver el cielo nublado, sentir el aire helado que inundaba mi nariz, podía ver las copas de algunos arboles y entre el sueño, a través de aquella cavidad debajo del chal con el cual mi madre me tapaba por las mañanas antes de irse a trabajar, mientras me cargaba en sus brazos durante aquel viaje que transcurría desde la casa de “las tías” de mi padre, en donde alojamos los primeros años de mi vida, hasta la casa de mi abuela, quien me cuidaba mientras mis padres se ganaban el pan. Caminando por el medio de la calle (solo de esa forma podría ver las copas de los arboles de ambos lados), recuerdo el sonido tan distinguible de sus tacos golpeando consecutivamente el cemento, entregando un eco que jamás olvidaré. Desde ese día, recuerdo haber despertado muchas veces ya mayor, al escuchar aquel sonido desde la calle en aquella hora inaugural de un día de trabajo cualquiera. Sé que aquel ruido para mi es sonido, pero que nunca dejó de angustiarme, era la hora en que mi madre se iba lejos, al lugar de donde los jóvenes nunca volvemos jóvenes.


Asimilo todo esto como un estado neutro entre sueño y pesadilla, el saber que mi madre aun estaba cerca de mí a tan solo metros, y que aun no me dejaba solo en casa, contrastado con la amargura de saber que pronto me dejaba, como lo hizo desde que cumplí nueve años, para ir al trabajo.


Para mí las pesadillas nunca fueron un augurio de algo, ni tuvieron mucho significado práctico, casi instantáneo, como un asesinato o una muerte, mis pesadillas eran extrañas. Si alguien tuviera que clasificar mis sueños sin duda me diría extrañado: ¿pero por qué piensas que estas son pesadillas?


No se imaginan el mundo gigante que habita en la casa pequeña de algún niño solitario.



















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martes, 8 de septiembre de 2009




Aquel día por su casa, no había corrido el río más limpio.



Ese día Aristóteles no tenía su cabeza puesta en lo que realmente ocupaba sus infantiles pensamientos. De por cierto, los sábados nunca fueron los días más calmos desde hace un tiempo.
Dejó descolgado el teléfono las últimas dos horas, y los servicios de internet habían presentado algunas alteraciones negativas, que aun no encontraban solución. Pero el router que ocupaba un único lugar a un costado de su pantalla del computador de su pieza, tenía un único amo y dueño. Por eso al desconectar el cable, nadie se preguntó si el joven Aristóteles sabía más de conexiones que el resto de su familia.



Pasó parte de la tarde encerrado en su pieza sin siquiera tomar once. Su familia tampoco contemplaba la comida como una prioridad aquel día.
Momentos antes abrió su ventana un poco, quería que entrara el aire, para poder dejar de reflexionar. Sabía que lo que entrase por aquel espacio sería menos sucio que el aroma a gallinero que encerrado entre las cuatro paredes de su living, impregnaba cada compartimiento de su morada en lo alto de Pudahuel.



Metió su cabeza entre sus bototos y los sacudió atentamente sobre la cama, pero lo que buscaba no tenia manos para aferrarse a los talones de cuerina. Por un momento tubo el presentimiento de que su abuela obraba con todo su ánimo para impedir lo inevitable. A esas horas, comenzaba a gestar decisiones que lo comprometían de sobremanera, con lo que él consideraba el impulso mas prematuro de su incomodidad.



Escarbó su catre con garras y uñas, hurgó con extrema impaciencia cada rincón de su cajón del velador pero aquellos papeles, monedas sueltas y etcéteras, no formaban parte de su interés en aquel momento. Se sorprendió de la cantidad de monedas de cien que había encontrado, pero aquella sorpresa ocupó su conciencia por tan solo cinco segundos, luego al cerrar el cajón con todas sus fuerzas para que este quedara entreabierto, recordó la ira y la abrazó con insultos. A esas alturas todo resultaba una perfecta justificación a su enojo, inclusive las zapatillas que se entrometían en su caminar por el suelo más ocupado y el cielo mas confuso.



Su cabeza hervía, sus manos sudadas le impedían seguir la búsqueda, sabía que con esa tensión no podría encontrar lo que buscaba, y aunque así lo hiciera, recordó las palabras de su profesor de religión: “la ira te nubla, impidiéndote ver como realmente son las cosas”.
Salió de su iglú, esperaban que de la manera más breve posible, entró al baño y remojo su cara con el agua que sacaba vapor de su cabello. Se detuvo en el espejo, miró sus ojos, se observó por un momento, pero ahí no encontró nada suyo. Antes de cerrar la llave escuchó a su madre diciéndole a su hermana que llamaría a carabineros para poner una demanda, mientras ella le suplicaba entre el llanto, que no hiciera nada. Aristóteles sabía que tenía la edad suficiente para pronunciarse en cualquier aula, camina a paso firme por el pasillo del comedor, entró en la cocina sin detenerse en alimento alguno, abrió el cajón del servicio y extrajo un cuchillo grande, lo miró por unos instantes, su corazón latía el doble de lo que él había acostumbrado a considerar correcto, calmado, pausado, contemplativo, como siempre había sido, silencioso y deslizante, pero todos aquellos argumentos estaban en su pieza anterior. Aquel día hubo un antes y un después en la vida de Aristóteles, pero ese antes, ya lo había olvidado entre sus sabanas y almohadas de sueños ocultos.



Entró en su pieza y vio una selva de poleras y cuadernos esparcidos cubriendo mejor los espacios que un bailarín de flamenco.





Por alguna razón, intransferible en este relato, se detuvo un momento en una foto que pegada con chinches en la pared. Aquella imagen lo invitaba a recordar aquel día en que hizo la primera comunión y un fotógrafo le dijo a su padre, “una foto, es gratis, si quiere después se la puede llevar por una cooperación”. Él no quería posar, sabía que aquella foto seria fruto de su vergüenza años después, pero cuando pensaba mirar el suelo, el flash despego su luz molesta para enmarcar el cuadro perfecto de padres orgullosos de su hijo sumiso, en aquel día de graduación cristiana.



Ese momento casi le hizo perder su objetivo, pero el grito violento de su padre retando a su hermana por haberse dejado, lo sacudió lo suficiente como para apretar sus brazos con su tronco, y recordar que al fin solo tenía una misión, y eso era el todo mismo.
Buscó sus pantalones más anchos, su polerón más largo y un gorro rojo, que luego de contemplar su tenida y de no sentirse a gusto, lo cambió por uno negro de manera inconsciente. Pobladas sus percepciones de impulso e inercia, estaba vestido como para un funeral pero no con tal formalidad, ni ademanes melancólicos del protocolo póstumo.



Encendió su radio por un momento. Puso play sin saber que encontrar dentro de ella, pero method man está en dentro de todos sus saberes, desde hace un tiempo y sin darse cuenta como, sabía que estaba fuera de todos ellos también.



Pasó frente a la escena tríptica de su hermana desarmada en los brazos de su madre. Su padre por el contrario, no sentía pena ni dolor como su mujer, sus sentimientos estaban teñidos por ira y descontrol, lo que le propinaba a la situación algo de aquella ironía de la cual nunca se sintió muy partidario. Al cerrar la puerta de su casa, un pito en su oreja lo desconcentraba y lo hundía en una sensación de vacío del más profundo, se sentía como en un pozo séptico lleno de mierda y moscas que le enturbiaban su visión perfecta. Cuando pasaba frente a alguna persona, miraba el suelo y luego de sonarse con la manga de su polerón miraba adelante, “digno, siempre digno”, como le había enseñado su abuela antes de morir, aquellas veces en que llegaba llorando del colegio por el acoso constante de sus compañeros mas extrovertidos.









Cada paso que daba, era la convicción misma de sus propósitos. Cada línea marcada en la vereda que quedaba atrás, proporcionalmente le encendían un peldaño mas en el escalón de la furia animal, aquella que no entiende de razonamientos lógicos, y que desencadena las emociones en su más puro estado.



Al llegar a la esquina de la botillería, cruzó la calle acelerado y mirada en frente, sin siquiera ver si se aproximaba auto alguno en cualquiera de las direcciones señaladas por la pintura en el pavimento. Su Ángel negro lo protegió aquella noche.
De pie, y en el borde del paradero de micros, estaba Platón con cinco tipos mas, a carcajadas limpias y a gritos inconscientes producto del alcohol ingerido, y como ya se hacía costumbre en aquella tribu acreedora de ese sector, en el que los vecinos eran la mas tímida audiencia, y en donde él nunca se imagino detenerse alguna vez, a aquellas horas de la madrugada. Pasaron cinco segundos exactos, desde que se detuvo de pie frente al cuadro nocturno, hasta que los discípulos del maestro se repartieran en un abanico, abriéndole paso y permitiéndole a Platón dar la bienvenida a su discípulo más fiel.



- ¿Me venis a pasar los cd´s que te preste la semana pasada pendejo?



Dijo el barbudo con un tono dificultoso y lento, su mirada oscura en sentido descendente le propinaba un aire de grandeza, de la cual se hacía acreedor frente a quienes le hablaban serio. Aristóteles se detuvo con su cara llena de nada, mirándolo fijamente a los ojos. El maestro enajenado por el estado que besa la subconsciencia, continuaba su monólogo en aquella aula de las alucinaciones.



- ¿O el polerón que me robaste el lunes, cuando me quedé pisándome a la Yanina pendejo culeado?... Y vestido ancho el muy conchadesumadre, si con esa cara no le day miedo ni a la maraca de tu hermana.



El joven discípulo continuaba inmóvil mirándolo fijamente a los ojos, le dijo un par de cosas ciertas pero terribles a su maestro, quizás, el párrafo mejor elaborado que había logrado desarrollar a lo largo de su corta carrera de aprendizaje, pero para hablar hay que abrir la boca, y para hacerse entender, los receptores deben estar dispuestos a comprender y decodificar los códigos de su idioma. Ninguna de las dos cosas paso aquella noche.



Sin despedirse se volteó, dándole la espalda al mar de risotadas de sus maestros, quienes siguieron riendo y eructando a coro, en perfecta armonía con el entorno lúgubre y aberrante.
Al intentar cruzar la calle, su ángel negro lo detuvo frente a un auto que pasaba a doscientos kilómetros por hora en aquella calle coja, llena de gargantas vacías. Se mantuvo intacto como una estatua durante 3 segundos, y comprendió que el ángel malo no te salva de la muerte, si no que te lleva a ella.



Se devolvió donde sus maestros que no hicieron caso alguno a la reaparición en escena del pequeño. Esta vez no se detuvo un metro antes de los gigantes, se abrió paso con sus dos manos, desprendió de su pantalón la lanza maldita adornada en llanto y desesperación, solo detuvo su mente para recordar lo dulce del momento en el que la cara de Platón, quien fuera su maestro hasta esa noche, posó desnudo frente al fotógrafo mortero, y lo atravesó con su orgullo destruido y palpitante.



Jamás recordó lo que vino después de esa escena, todo era fruto de la confusión, los tipos que se le encimaron golpeándolo sin dolor, las luces de la patrulla y la gente gritando enloquecida, el dueño de a botillería que sin comprender lo que había ocurrido y por única vez en la noche, abrió la reja a través de la cual atendía al público para dejar todo a plena luz, e intentó arrebatárselo de las manos a los oficiales, pero la ley es orden, y cuando algo entra en sus manos, ya nada propio sale de ellas.



Aristóteles durmió aquella noche en el compartimiento trasero del auto policial, durante el transcurso del viaje desde la esquina del majestuoso evento, hasta la comisaría local. Cuando despertó, tras abrírsele las puertas del cielo de par en par como dios manda, recordó para siempre solo una cosa:

Los ríos limpios no corren por Pudahuel.

















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jueves, 27 de agosto de 2009

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Esta es la historia de un tipo de origen humilde, que nació en aquel nocturno mes, a la hora en que todos van por su tercer sueño.




Nació así, en un hospital y son collares pascuenses, pero de alguna u otra forma creyó ser bienvenido.




Sus primeros años los cursó en aquella escuela en la que no hay mas profesores que uno mismo y las que se dicen consecuencias.




Se arrastró muchas veces bajo el sol y los ciruelos, con la estela roja que queda en el cemento al caer su fruto y luego de reventarse por la madurez obligada. Bebió de aquella agua proveniente del manantial de los desechos. Se balanceó por las sogas del sauce llorón del canal mas cercano a su casa. Navegó por esos mares, sobre un cubo de plumaví de 1 x 1 metros de diámetro, más cualquier ilusión de rebeldía que suele posarse por aquellas primaveras deseosas de deseos y sueños por cumplir, por cumplir, por cumplir, y así sucesivamente.




Se enamoró tarde, cuando lo reconoció. Aun así no fue en vano y él lo sabe.
En aquel tiempo en que creyó saberlo todo, ciertamente lo supo y quiso a sus amigos aunque mucho de estos no lo quisieron, pero la sensación apestosa de no ser correspondido no le quitaba espacio en sus memorias de mosca.
Tarareó canciones pero nunca en conciertos. Consideraba que gastar plata en poseer el mas cómodo asiento, no era motivo para dejar de fumar y tomar en la calle.




Tenía el presentimiento de que haría algo grande, y cuando casi comprendió qué sería ese algo, supo del engaño y sus misericordias. Trabó su lengua, escondió su cabeza tras la concha, y rebotó constantemente hasta entrar a aquella escuela en la que aventurados se lanzan muchos, en busca de la estrella negra.




Comenzó a volar por los cielos de las micros, dejando su cuerpo sentado en el último asiento, el más caliente, junto al motor, sus sonidos y vibraciones.
De un día a otro dejó de viajar en micro, o a lo menos olvido que lo hacía, porque así tenía que ser si quería detallar en su curriculum aquello tan grande que había alcanzado, aquel pergamino del que creía hacerse poseedor, así que decidió viajar a pie, y mas bien solo, pero no menos apurado.




Conoció el otro lado de la ciudad, tras aquel tobogán que cambia de color según lo alto del lugar en el que se aprecie. Supo que su cara no portaba aquel mal del que portan los desposeídos, por alguna razón, sentía que no había sido nunca un tipo malo. Porque el malo es el que hace maldades y el no las hizo nunca, además nunca disfruto mucho de ellas.
Un día en el cumpleaños número cuarenta de la madre de su mejor amigo, excedido de copas y entre balbuceos irreproducibles, les hizo comprender a sus amigos lo exitoso que sería, y ellos lo comprendieron. Cuando cerró la puerta tras irse, la fiesta continuó.




Consiguió ser la única pelota de playa que da botes sin caer de nuevo al suelo, se había quedado arriba, aunque cómodo no se sentía.




Por alguna razón que desconozco, se acostumbró a la incomodidad, y consiguió con el tiempo ocultar su cara de desagrado. Mezcló su voz enredada y turbia con un tono acelerado pero mucho más claro, lo que lo hizo acreedor del don de la empatía.
Cuando alcanzó la cualidad misma de la claridad en el tono y en la forma de las frases, se dirigió a donde se dirigen aquellos que toman decisiones, mas nunca las tomo, ni antes ni tampoco creyó hacerlo en ese momento.




La responsabilidad de una decisión, según decía, era tan complicada como realizar su firma de manera idéntica en su primer cheque.




La gente supo que era él quien debía tomar las decisiones, y él se reía por que comenzó a sentir que si podía hacerlo, aunque no le acomodara, podía hablar en tercera persona: “pepito si quiere esto”, “a Juan le molesta tremendamente aquello”, “María considera que esto es una injusticia”, y ajustició a quienes creía se hacían vulnerables a la palabra golpeada de su voz, perfectamente disfrazada según los medios, pero solo él sabía que aquello no era más que un capullo. Esa noche vio caer tras las rejas a su antiguo vecino por el delito de robo con perseverancia (intentó robar nueve veces la botillería de la esquina, esa misma noche), pero no dijo nada.




Aquel día de su muerte se le encontró en un departamento amplio, de colores claros y celestiales, con las ventanas más abiertas que sus trancas, con el frío dentro de las cuatro paredes como un residente mas, y el viento que entraba como la policía de investigaciones en poblaciones bajas, como queriendo llevarse algo más que su conciencia. Por la ventana se veía toda la ciudad, como en un juego del “gran Santiago”. Si se contemplaba aquel cuadro en una sola dimensión, pareciese que todo Santiago, completito y si divisiones cabía en su balcón. Pero la realidad no se ve en una sola dimensión y el siempre lo supo.







Una copa rota descansaba en la alfombra de lino, y el vino blanco casi se evaporaba en el suelo, porque la fruta puede disfrazarse con químicos, etiquetas y procesos industriales, pero finalmente se pudre como toda fruta vacía que se despega de su árbol.


















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miércoles, 26 de agosto de 2009

aeaeaeaeam




Empujo la puerta con una sola mano, y en la otra, tres libros que me tincaron en el mesón de aquella feria del libro en providencia.


- ¿Usted atiende acá?
- Si
- ¿Cuánto cuesta este libro?
- todo a mil, eaeaeaam, todos los libros que están en el mesón eaeaeaem, están a mil.

(Aquel "eaeaeam", se deriva de aquella mueca pseudo intelectual, de gente que acostumbra mas a leer y a escribir que a hablar, por tanto, arrastra los pensamientos en que construye las frases próximas y las exhibe sin motivos)En ese momento miro al Herman como diciéndole; chuta, y yo que pensaba llevarme solo uno.


- pensaba llevar solo uno, pero siendo así, llevo los tres.
-propro eam ¿te los envuelvo?
-Por favor.


Se los entrego y mi cabeza rueda por el cuadrilátero de libros arrumbados, amarillentos muchos, empastados de color ladrillo otros, así mi memoria se perdió en las impresiones y no en los impresos, no pude retener un solo título. En una orilla veo una biografía de “Don Augusto Pinochet Y su honorable junta de gobierno”, así, tal cual, volteo y le pregunto:


- ¿Tiene algún libro del 73, del golpe?
- creo que no, no,eaeaeam, me parece que se llevaron el último.
- ¿pero me puede recomendar alguno?
- Si…eaeaeaem, 11 minutos…eaeaeam,, tiene nsnsn prorpoa, de caballos y…bueno…eaeaeam. Pero llegan y se van luego, los compran de inmediato, tienes que estar dando constantes vueltas por acá, eaeaparaeaem, para que encuentres uno.


Uno de aquellos lo había encontrado en su estantería, era el mismo que estaba envolviendo en ese preciso momento, se lo dije con la mirada, pero el tipo no me escuchó con los ojos.


- Entonces si las elecciones fueses según la tendencia en las compras de libros, ganaría la izquierda por lejos, dado que en su vitrina hay hartas biografías de Pinochet, y no veo alguna de Allende.


El tipo se sonroja y comienza un mas prologando "eaeaeam".


- eaeaeeam… pero sin embargo nadie te asegura que todos quienes compren…eaeaeaeeam, libros de izquierda sean precisamente de izquierda…eaeeaeem. ¿Me captas?


A esas alturas, me había perdido en quizás la mas prolongada construcción mental de frases próximas que había escuchado, para mirarlo sin reparos ni ademanes de conversación cerrada y decirle casi de manera mecánica:


- Si (no).







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Olvide lo que es sentir




¿Era ese el enigma que debía resolver todo este tiempo?


De otra forma lo recordé pensando y no sintiendo,
¿Bastó ver “Pd: i love you”, y fumar un cigarro en la post vista?


No sé si era necesario que pasaran años, días discutiendo, noches escribiendo cuando creí que al fin debía cambiar mi forma de pensar para volver al camino que había perdido, de esta forma miro al cielo con los ojos cerrados y al fin aquel cielo semi-despejado volvería a callar para poder llenar el todo de nada y preguntarme:
¿Fue necesario que pasaran todos estos años, para saber cuál era la causal de mi desgano y desilusión?


La única forma de alimentar la desilusión es teniendo una ilusión, y aquella ya no es sensible, ni debe remitirse a una búsqueda emocional, porque no la impulsa el corazón, sino la cabeza.
Porque aquellas fueron y son temores, y son ellos los que me traban y me desdibujan.

¿Recuerdas aquellas veces que nos miramos y reímos, durante días enteros, de cosas que ya no recuerdo? Me dijiste una vez, en la que sentí y aun creí sentirlo. Me di cuenta de ello porque simplemente cuando lo leí de tu mensaje, sonreí, de la misma forma como creí hacerlo aquellos días de verano en el mirador.


¿Recuerdas lo fácil que era ser feliz?


¿Recuerdas que aquellas veces era todo sin preguntas?


¿Recuerdas lo que debías hacer para sentir?


Es tormentoso saber que en la cabeza no se siente, que aquello que imaginas no es lo que tiene que ser, porque aquello es lo que es, no lo que quieres que sea. Me aturde aconsejarme, me aturde pensar en aquellas noches en que cuando termine de escribir, y decir: claro, es esto, desde mañana las cosas serán distintas, por que encontré aquello que partió mi vida en dos.
Y todo ello era tan simple, mucho mas simple, de lo que creías que era.


¿Tenía que ver en aquella película, la forma en que lloran los ojos de felicidad?


¿Recuerdas lo que era aquello?


Llorar sin motivo, reír sin motivo, sin consecuencia, solo por inercia, solo por contacto, por tragar y no digerir, porque las cosas deben ser así, nunca un paisaje de Disneilandia será tan bello como Coñaripe, por que las cosas bellas son aquellas que realmente son, no las que uno quiere que sean.


¿Porque aquella incapacidad de sentir en el mundo real?, si este es el único lugar en donde se puede sentir, si no es acá sabelotodo explícame donde, porque te aseguro que ninguno de los lugares que me digas, será una realidad, sino mas bien, lo que quieres que sea.


¿Es más genuino pensar lo espectacular que es sonreír, que simplemente hacerlo?


No sé en qué momento comenzó a ser más satisfactorio construir mentalmente los momentos, más satisfactorio que reír y llorar como los humanos deben hacerlo, claro, cuantas veces escuche aquella frase tan violada “las simplezas de la vida”. Tal parece que la vida de adultos no existe, y fue la farsa más grande que se pudio inventar. La vida misma es una simpleza, lo simple de una gota al caer por la ventana, tras un día lluvioso, no es otra cosa que eso.
No es escusa para un poema, ni para construir una escena de un film, ni mucho menos para retratar una canción cebolla, es simplemente eso, una gota cayendo por la ventana.
Como alguien puede tener miedo a sentir.


Si el miedo es solo una sensación, como la alegría o la euforia, el miedo no mata.


El miedo es el miedo


La rabia es la rabia


La vergüenza es la vergüenza


La tristeza es la tristeza


No necesita más filtro, que el de nuestros sentidos, porque aquellos es eso, y no lo que queramos que sea.


Entonces, ¿orgullo y prejuicio no es mi búsqueda? Si consideraba que Jane Austen era la persona perfecta que podría hablar de amor perfecto sin siquiera haber salido de su casa, ni escapar de las barras de sus padres. Es eso, ella no sintió, solo escribió lo que creyó que era aquello, que debió escribir tal cual, pero claro, sin esa interpretación su libro no sería leído quinientos años después. Me acomodaba su historia, porque era la “maravilla” de buscar lo que creí debía ser todo.


Era cosa de tiempo que aquella “maravilla cerebral” me permitiera encontrar nada.


Porque el sentir, es finalmente lo que nos diferencia de los muertos, podemos sentir, esa es la verdadera razón por la cual seguimos vivos, y no tras una vitrina de un mostrador de moda.
No debo entender esto como un auto consejo, o como una terapia, no debo entender nada, la cabeza es para los recuerdos, para deshilachar historias y momentos, no para vivir el presente, porque aquello es para los vivos, aquellos seres sensibles, simplemente seres que sienten.

Lo diré de una vez y no como una repuesta a alguna pregunta, lo diré así y a secas, sin que necesariamente signifique algo o sea la conclusión de todo, lo diré por que acabo de escuchar el cielo y su música, me senté y comencé a escribir, sin encontrar finalmente la canción que acompañaría y encausara este escrito, lo termine en silencio y sin ayuda, sin traducciones ni interpretaciones. Lo diré por que no llore con la película que todos lloran, y es eso, no es un vacio que me deba incomodar, es simplemente eso.



Desde que comencé a preguntarme el cómo hacer para sentir, fue cuando simplemente deje de hacerlo.
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domingo, 5 de julio de 2009

Es mi decisión




Decidir quién sería, a las 9:00am de la mañana de aquel amarillento primer día de clases, era menester de elegir un animal tallado en un adhesivo de un perchero. Aquel perchero, sería el lugar en donde descansarían mis pertenencias a lo largo de los dos años que para mí, duraría pre-kiner.


Caminé alrededor de la sala, observado cada animal e inventando aquellas virtudes necesarias de advertir antes de una elección segura y definitiva.
Estaba el león, el tigre, el agila, el perro, la mariposa, el elefante, entre otros. No me detuve en ninguno.



De alguna forma, aquella virtud del animal, pensé, debería tener las mías a su vez. Pero no conocía de aquellas más de lo que un niño de 6 años en un curso adelantado, conoce la vida misma. La complejidad de las decisiones tiene mucho de aventura, y para mi, estar un curso adelantado no por mis capacidades, sino mas bien, porque mis padres no tenían como cuidar de mi mientras trabajaban, forzada o no, era una aventura ciertamente.



El tercer perchero tenía un caballo café con una franja blanca en su hocico y entre sus ojos, parado sobre el pasto coloreado de un verde claro. Algo en el caballo me atrajo apenas lo vi, quizás entre los tantos que habían para elegir, era el animal mas doméstico, más que el perro, inclusive. De alguna forma el perro es parte de un código del lenguaje humano, sin saberlo se comunica con su amo, hay una relación extraña entre ambos, pero una relación al fin. No sé si de amistad, pero sí de colaboradores, el perro decide no obstante ser oyente, de entre tantas otras opciones.


El caballo por el contrario no llama a la duda, es un instrumento. Las riendas son lo que separa a un caballo y su condición animal, de su amo. Y yo hasta el momento solo conocía caballos con riendas atadas a las manos de un tipo sobre una carreta de madera. Tomé mi mochila, y la dejé caer balanceándose sobre el gancho de cobre.



Por los recreos me dedicaba a realizar carreras en velocidad con mis compañeros. Nunca fui el más rápido, en ocasiones era el tercero, cuarto, quinto, de ahí para abajo, pero no recuerdo una sola vez haber obtenido el primer lugar. Aún así participaba de toda carrera que se desatara entre la hora de almuerzo, hasta el momento de entrar a la sala. Que sensación te propina desabotonar la cotona, y embestir el viento en sentido contrario, corriendo a todo dar, sintiendo el cabello agitarse descontrolado, es la sensación de libertad, la que me encandilaba en aquel patio del porte de un zapato de gigante.


Con el tiempo supe, que aquella atracción por correr no era más que la sensación de dejar que las cosas pasaran y quedaran atrás. Huir de ellas sin importar a donde, pero desligarse de aquella presión de tener que vivir algo que no elegiste, esa es la libertad misma.





Para el aniversario del jardín “Cristo pobre”, debíamos personificar la variada fauna con disfraces y movimientos. El motivo central era mostrar nuestras habilidades sobre lo aprendido durante las primeras semanas, respaldado por una cinta de casette con aquella canción que contenía los sonidos que emiten los animales. Sin vasilaciones, le dije a mi madre que quería ser un caballo. Recuerdo que aquella vez me dijo “¿estás seguro que quieres ser un caballo y no un león o un tigre?”, pero sentí de tal manera esa seguridad que te propina el saber lo que quieres, a pesar de las variadas ofertas: “no, quiero ser un caballo”.


El día anterior al evento, mi madre me va a buscar al jardín infantil, como todos los dias a las 4:30 de la tarde, con una bolsa café en su mano derecha. La mire entusiasmado y la abrase, antes de que me dijera cualquier cosa, abro la bolsa ansioso, y desprendo de ella un traje café, con un mancha naranja grande y redonda en su estomago, aquel era el disfraz de un oso.
Sentía que todas las ganas que tenia de demostrarle a mis compañeros que era un caballo de verdad, se desvanecían bajo las mangas sueltas y el estomago ancho del disfraz. Pasamos al supermercado, en los pasillos de las sorpresas y cumpleaños, una máscara blanca de caballo se sostenía de un gancho que portaba decenas de las mismas. Mi madre levanto la primera, y sosteniéndola con el elástico me dice: “no hay una café, pero es un caballo, como lo que querías”.


Cada vez que la micro se acercaba mas a nuestra casa, pensaba en cómo me vería disfrazado de oso, queriendo con todas mis ganas ser un caballo. Pero sentía que la máscara lo era todo, era un caballo exacto, blanco, de cabellera negra, era tal cual lo imaginaba.


Al día siguiente, al entrar a la sala, disfrazado y ya con mi mascara y mis manos al aire, sostuve mis ansias sobre la madera café del piso, mientras soltaba la mano de mi madre y entré corriendo, como lo hacen aquellos caballos libres en las praderas del valle. Todos me saludan, la fauna mas maravillosa y variada estaba aquel día ante mis ojos, pero eso daba lo mismo, era un caballo de verdad, he ahí lo realmente maravilloso de aquel momento. Cuando fui al baño a mirarme frente al espejo, estaba mi amigo Nelson llorando, y su madre intentando enganchar una cola de alambre en sus pantis negras de gato: “me duele mamá, me duele”, la rechoncha madre de Nelson, sonrojada y sudorosa me saluda, mientras le dice a mi amigo levantándole el pequeño menton con su mano: “mira el Eduardo, es un caballito, ¿vez?, el es un niño grande, no llora”. Pero señora, explíqueme por que debía de llorar si este era el momento que tanto esperé, al fin era un caballo, y podría correr más rápido que todos, como lo hacían aquellos animales que yo tanto anhelaba ser.



El espejo prácticamente hablaba solo, lo que estaba frente a mis ojos era un caballo de verdad, ni siquiera quité mi mascara para beber un sorbo de agua, estaba embobado con aquel galopante que alzaba su hocico constante mente, y agitaba sus patas delanteras al unísono.


Al salir del baño veo que están todos casi instalados en sus respectivos percheros, y los padres a un costado de la sala, despachando una lluvia de flashes hacia la selva. Mi mamá me miraba sonriente desde aquel lugar y me agitaba su mano para enviarme todos los besos que pudiese en aquel momento. En ese preciso instante se abre la puerta y entra un animal blanco, estirado, algo más alto que los demás, de pelaje perfecto y armonioso, su máscara alargada y peinado desordenado, habló en aquel momento desplegando luminosidad tras la estela blanca de su forma, no como un caballo, sino mas bien como lo hacen los humanos, pero daba igual, era un caballo blanco. El niño se quita la máscara y desprende sus ojos azules y cabello rubio para que su relinche se escuchara en todos los rincones de la sala. Todos se acercaron a el para admirar su bello traje, incluido Nelson con su nariz roja y ojos sollozantes.





Me quedo pasmado a la entrada del baño, con mi traje de oso café, y mascara de plástico blanca.


Me sentía pequeño, tan pequeño como pulgarcito, sentí el traje pesado y los elásticos excesivamente tirantes, sentía mis manos heladas y mis zapatos de colegio duros, pero aun así me sentía desnudo, desnudo frente a las decisiones que toma un niño, en la vida de aquellos que quieren ser siempre, más nunca lo son.






viernes, 22 de mayo de 2009

Casi


Cuantas gracias te debo casi casi.


Casi te las doy, pero casi que estabas en el momento en que quise hacerlo, me di cuenta de ello aquel día en que casi se me fue el alma en recordar lo que casi fuiste, cuando casi creíste mis escusas.


Casi tengo la certeza de que casi pudimos ser algo bien hecho, porque de lo bien hecho se necesita un todo completo, no un casi. Casi pudo ser algo maravilloso, pero casi lo fue, gracias a mis decisiones erróneas que siempre me impiden completar algo y entregarlo a las conversaciones sobre lo que tuvimos o perdimos, casi, porque me equivoque.


Estoy aturdido de manera tal que casi borro lo que acabo de escribir, pero casi me permito ser fiel completamente a mi corazón, pero solo casi, porque de completo no hay mucho.
No siento vergüenza a desafiarte, porque sé que esto casi no tendría repercusiones dado que no lo leerás. Complejos si los hay, y bastantes. Casi podría decirte las muchas y tantas cosas que te pude haber dicho, pero entre el poder y el deber, casi no hay límites. Te vi sonreír ayer, en mi mente, pude hacerlo casi dormido, porque ya desde la subconsciencia no tengo dimensiones de las cosas que en realidad son. Casi te vi sonreír pero lo recuerdo así, casi tan real, pero no, tan solo casi.


Y tal vez el tiempo nos enseñe algo. No estoy cien por ciento seguro de ello, creo que el pasado esta tan vivo que cada vez que se mueve al despertar desordena el presente y por ende el futuro. Pero sé que el futuro me pueda enseñar cosas que en el pasado no aprendí, o aquellas de las que aprendí pero que casi ejercí por inconsecuencia en la acción, bueno, debí hacerlo, pero casi.


A veces pienso que no eres tan real como pensé, pero en otras te siento real, ahora mismo bajo la luz eléctrica y el frio de una ventana entre junta, siento que me sonríes y me hablas de cosas que ahora espero no interrumpir, para estar menos seguro de lo que te dije, pero más seguro de lo que me quisiste decir.


En algunas oportunidades te sentí cerca, en la micro, en el mall, en el supermercado, en la calle, sentía que chocaríamos los carros o tropezaría con tus pies al subir la escalera. Pude haberlo visto, pero casi te veo, casi.


Es raro esto, porque no sé quién eres, bueno casi lo sé, pero creo que sentí tanto por ti, y tanto es lo que me arrepentí de no haber permitido que ambos sintiéramos lo mismo, como en una película bien estructurada para así casi poder llenar las salas de cine de parejas amorosas, o mujeres despechadas y lloronas.


Para mí lo eres casi todo, eres una ilusión devuelta justo en la boca de un lobo y yo de manos atadas, listo para la ejecución en vivo en un circo ruso, escena que me costó la cabeza, perdón: “casi” me cuesta la cabeza. No me digas que soy torpe por prestarme a estas escenas extremas, o a lo menos no lo pienses porque solo soy errático en casi todas las situaciones, además déjame decirte por si no lo sabes, casi nunca reciben a despechados odiosos en cualquier trabajo, pero estuve postulando a uno de digitador de planillas excel y claro, no quedé porque necesitaban a una persona que terminara las planillas, no que casi las terminara. Pero casi quedo, que es lo importante.


Te contaba hace un rato que un lobo casi me come la cabeza. Y casi casi, porque apareciste nuevamente, en realidad casi apareciste, casi, pero tan casi como una llamada telefónica para volverte a ver. De todas formas te doy las gracias igual, quizás el tiempo no enseñe a cerrar las cosas, porque casi que no me quedan oportunidades para demostrar que puedo hacer algo completamente.


Te daré las gracias de todas formas por ser casi real, porque quizás yo me equivoqué hace un momento y finalmente resulta que el pasado está tan muerto como Elvis Presley, y así entonces el destino nos enseñaría que casi pudiste ser una llamada telefónica, porque ahora lo nuestro puede ser algo completamente diferente.

miércoles, 1 de abril de 2009

Caracol col col, saca tus cachitos al sol





Aquel día, junto al sol y a todo los microorganismos que se activan con su luminosidad, el caracol asomó sus antenas lo suficiente para ceder frente a las nubes que titubeaban tímidas, dibujando cuanta cosa se pueda imaginar en un cielo que poco tenia de claro.Una vez más se preguntaba si aquel camino que llevaba durante años, aquel camino que se presentó como un enigma en un comienzo, ahora en un futuro como todos” prometedor”, lo llevaría a aquel lugar que buscaba. A menudo miles de hormigas le sacaban mas de cien vueltas. Para que hablar de las arañas y gatos, esos sí que sabían lo que era llegar a un lugar, ahora, el hecho de poder permanecer en aquel, sin que un balde de agua los echase, ya es otro tema.

Aquel caracol del que te hablo, nunca supo cómo eran los techos en su superficie, porque para pretender tamaña hazaña, sin que su cuerpo se secase o algún niño lo despedazara en el intento, era casi imposible, pero su idea no hablaba de techos de cerámica, ni de pizarreño, hablaba de aquel techo que se sumergía en lo imposible, en lo permanente, en lo perdurable, pero más aun, en la solemnidad de lo inalcanzable. Si el centro de la tierra ya era alcanzable, al menos Julio Verne así lo señalaba, el techo, por el contrario era aquello que gozaba de tal ambigüedad que no te permite pensar en otra cosa más que en aquel sueño tentador e inmune a la realidad de alcanzarlo.

¿Cuando un caracol podría llegar al techo de una casa?, ¿algún cuentista le permitió alguna vez tal dicha? Sin embargo, las tortugas, similar en características cuando de velocidad se habla, si podían ganarles a los conejos una carrera. Pero el caracol…el caracol, solo tenía un brillo, la huella de su baba corporal estampada en el piso. ¿Otro brillo, algo más imponente?, no, creo que no tenía otro. Caminar por las paredes, eso si que podía ser un brillo, pero, ¿de qué te sirve caminar por las paredes?, en el fondo, estas caminando igual, sobre algo, igual estas atado a algo, no es un súper poder o algo así que uno pueda decir; que envidia aquel caracol que camina por las paredes, porque puede…puede…puede caminar por las paredes.Las burlas de las abejas eran constantes y oportunas. Cada vez que el caracol llegaba a la mitad de una pared, desde el suelo, no faltaba quien lo sacaba de aquel logro, para bajarlo a la realidad. Pero si hay algo que tienen los caracoles aparte de caminar por las paredes, es su testarudez, podríamos llamarlo convicción, para hacer de este cuento algo mas mágico y esperanzador. El caracol no tenía amigos, era el más rápido de su clase, podría alcanzar en aquellos días de lluvia, unos sesenta centímetros a los 30 minutos. Era toda una Azaña. Sus padres decían a menudo: “este chico pinta para atleta”. Pero el caracol no alcanzaba a llenarse de dicha cuando los comentarios de sus hermanos llegaban para apaciguar las ganas: ¿hay alguna olimpiada para caracoles papá?, jajajaja, cuando la inicien me avisas, para postular al lanzamiento de la baba, vieras como puedo lanzar baba por los aires, ajjaajaj.El caracol, salía del colegio por las tardes y comenzaba las caminatas larguísimas por el jardín, que terminaban al anochecer, cuando llegaba a su casa exhausto, pero con un pelo bajo la lengua; sabía que si quería llegar al techo, tendría que andar mas rápido aun, mas rápido que los gatos, arañas, abejas, y niños. La ambición era algo parecido a un pecado, pero para él, era el motivo, el motivo del que comprenden los deportistas de alto rendimiento, como este caracol. Entre los caracoles, claro.

Pero comenzaba diciendo, aquel día, paso algo distinto. No sé si las nubes, el sol que jugaba a las escondidas permanentemente, o sus mismas antenas que alcanzaban el aire balanceándose a sus compas, la cosa es que sintió algo dentro de su espumosa estructura, algo que le decía: hoy es el día compadre, de irte lejos de esta monotonía, ahora o nunca.

El caracol, se despidió de sus padres. Lo mismo simbólicamente con sus hermanos y emprendió un viaje que lo llevaría a la gloria, al “libro de Guinness”. Casi podría imaginar la repisa de su casa llena de medallas y trofeos, fotografías con el presidente, recortes de diarios que detallaban la gran asaña: “pajero y todo, la hizo de golden” ¡perdón!, no figuraban entre los recortes y columnas de la cuarta, era algo más parecido a: “el caracol más rápido de la historia, logra llegar al techo y plantar la bandera chilena en la cima.” Entre tanta utopía, el caracol ya llevaba un par de centímetros, había girado hacia la izquierda y no como siempre lo hacía, derecho hacia la nada, esperaba trepar el pilar del cobertizo, llegar al cruce de “pilar con pizarreño”, tomar la quinta silueta de la plancha de zinc, girar a la izquierda nuevamente para llegar a la madera de la biga, subir por la avenida triangular, y llegar a la cima, así tal cual: LLEGAR A LA CIMA. No le importaba que la madrugada durmiera antes de que consiguiera su objetivo, había entrenado poniéndose al sol un par de minutos cada día, para lograr la inmunidad, o quizás, siendo más realista, extender la tolerancia al sol.

En el camino se encontró una vez mas con los dueños del cobertizo: las hormigas. Quienes al instante, no dudaron en palanquearlo y mofarse de tan prometedora asaña. “y ahí va el muy simpático”, “oye caracol ya estay pegándote el pique y ni hay salido de tu casa” “oye,¿ tú limpiay después los kilos de baba que dejay?, le dijo una hormiga, antes de chocar con otra hermana de cabeza, botando un grano de azúcar, que partió en dos la larga caminata en la peregrinación constante de lo mismo. Y así como estos, eran muchas las simpáticas que le gritaban al caracol, pero este iba en otra sintonía, en otra radio, totalmente distinta, imperturbable.
Fue así, tal como te lo cuento, el caracol alcanzaba ya la mitad del pilar que sostenía el techo del cobertizo. Iba en lo mejor, aun no anochecía, cuando a lo lejos divisó a otro grupo que era algo más peligroso que el anterior, el menos, estos si tenían ojos. “podrían verlo a la vez que lo insultaban”, lo que era algo más molesto.“ajajajaj, cáchate el otro, de atleta se las da”, “uuuuuhi, calmao que puedo caminar de manera vertical, ajjajajaja, la media guea, puedo hacerla hasta con dos patas.”
Así, como en el encuentro anterior, el caracol siguió, siguió y siguió, no debía detenerse si pretendía llegar a la meta, sería una torpeza de su parte detenerse a discutir, sabiendo que al tiempo que lograse embarcar un golpe, las arañas ya estarían en la otra esquina del techo. De esta forma el caracol tomo la quinta silueta de la plancha de zinc, era la etapa más difícil, porque la textura de la plancha, y los químicos que la componían, interferían en sus sentidos, transportándolo a otro lugar a ratos. Completamente drogado, el caracol reía y gritaba techo abajo. Gritaba cosas, no se le entendía mucho, creo que cada frase que lograba armar, se trababa en la lentitud de su boca, y en la ejecución de sus cuerda bocales dada el alto poder de la “droga del zinc”, como lo llamaban en “contacto” e “informa especial”, la droga del zinc, se transformó en algo así, como el “opio del pueblo”, en estricto rigor de la palabra.

Las arañas poseían gran parte del techo con este comercio. Les vendían rasgaduras de zinc a las hormigas, aun que gran parte de estas transacciones eran una completa estafa, ya que las hormigas no podían ver la mercancía, cuando se trataba de restos de polvo y tierra. Pero como la mente es poderosa, las hormigas llevaban años volándose con algo que no era, solo las ansias de sentir tal éxtasis, las transportaba a sensaciones algo extrañas. Dado el efecto de esta droga falsa, en rigor, el efecto de la mente, estimulada por la forma de lo que adquirían, últimamente se había visto a más de alguna hormiga deambulando sola, chocando con todo el mundo, y corriendo full, y parando, full, parando, sin razón aparente.

El caracol, ya había probado todo tipo de drogas a esas alturas, el polvo, agua de lluvia atrapada, y hojas de ciruelo secas, estas últimas eran más complicadas porque había que frotarlas al sol para poder consumirlas, y a esas horas, el sol estaba a punto de extinguirse. Cuando de pronto logró escuchar la bocina de un policía zancudo, los “cara de pelota”, eran capturados, con las manos en el zinc, cayeron: el tato Juan, papa Juan, el pequeño Juan, Juan el choro, el loco Juan, la mama Juan, Juan A. Dearcoh y algunos vigilantes, el negro Juan, y Juan tripa seca.Tal evento despabiló al caracol en el instante, comprendió que la droga solo tenía un gran efecto, aparte de los ya conocidos: “hace que pillen a los traficantes”. En eso estaba el caracol, cuando se encuentra con un sancudo ya jubilado. Este era re buena onda, tiraba unas tallas, fomes como él solo, pero era muy simpático. El caracol le conto lo de su asaña, mientras caminaban lento por la silueta. Nunca olvidaría las palabras que le dedico aquel vegete, no degenerete, cuando le conto que había caído en el flagelo de la droga.“ten cuidado con el doping gueon, esa guea, cago a Maradona, con eso te lo digo todo”, tales palabras calaron hondo en el caracol, y así comprendió, que su asaña, debía estar limpia de toda “cosa extra”, solo debía ser él, y su marca, nada de estimulantes externos.

Agradeciendo los consejos del zancudo, que se despidió señalándole que tenía que volver a la ventana del segundo piso, antes de las 9:00 hrs, porque a esa hora, el cabro de la casa, fumaba, y sacaba el brazo por la ventana para botar el humo del cigarrillo, y ahí, había que hacerla, nada más. El caracol llegó a la biga.Se veía más grande de lo normal, era inmensa, brillante como su cuerpo, y de un olor a madera exquisito. “Qué gran estructura”, pensó. Esto debe ser de los monumentos más bellos que he visto, era realmente majestuoso, el resplandor de la luna que ya se ponía, era increíble, era como si la luna y esa madera, hablasen el mismo idioma, se comunicaran con gran naturalidad.El caracol subió a la biga, y emprendió lo último de su viaje. Que rápido había ido, ni él podía creer tal rapidez… era increíble, realmente asombroso. Trató de disfrutar lo ultimo de su viaje, que a su parecer fue lo mejor, andar por madera lijada, es lo mejor que puede haber en el mundo, en cuanto a éxtasis se hablara. La sensación era casi alucinógena, a menudo se preguntaba si el efecto de la droga había pasado, porque se sentía realmente extasiado a ratos. Cuando llegaba a la punta de aquella biga, casi cae de espaldas al escuchar una voz que le dice: “¡vah!, tenemos visita”. Era un gato negro, por lo que el caracol bajo sus antenas para no caer en la mala suerte.

-¿y creis en esa gueas?, tu gente no cree que un caracol pueda llegar a la punta del techo, ¿y si cree que un gato te de mala suerte?, ustedes los caracoles sí que son raros.-no si no es eso, perdón, es que ando medio volado, y el cansancio me tiene cagado-.-no si te cacho, ¿queris que te ayude a subir?-no, gracias socio, quiero hacerlo solo, es que voy a romper un record, y si me ayudas, caga todo, ¿cachay?-te cacho.
El caracol pudo subir a medias, ya con lo último de sus fuerzas, más seco que pecho de camello, logró posarse junto al gato, que majestuoso, parecía un dios, pero como ya lo había escuchado hablar en aquel lenguaje poco coloquial, más próximo al mundo del hampa, sintió que era amigable.
-oye gueon, y ahora que estay acá en el techo, digo, ahora que rompiste el record, ¿que vay a hacer?- no lo sé, tengo que plantar una bandera chilena, aquí al lado, para que cachen que fue verdad la cosa.- te cacho. ¿Y después de eso?, ¿tenis que bailar o algo así?-como ¿un baile?- le dice el caracol perturbado frotando sus antenas.-si po, así como de tribus, en las tribus los gueones bailan, así, alrededor del fuego, o en eventos y gueas, bueno ahora igual la gente baila en eventos, pero eso ya es otra cosa, se llena de gente, y en la entrada te piden carnet.-no, para nada, o sea, más que por lo de el record, vengo por un asunto mío, como de adentro ¿cachay?-te cacho. ¿Y qué se siente?Tras la pregunta, el caracol se percató de que había entablado una interesante conversación con el “señor gato”, pero no había mirado ni pensado en que había logrado su asaña. De pronto volteó sus antenas, y pudo ver todo. Ahora comprendía el sentido de la vida, ahora sí que había llegado, ya nadie le podría contar cuentos, porque ya lo sabía.
-es cuatico esto del techo, o sea, nosotros pasamos en los techos, pero por que vivimos acá, pero me imagino que para ti, debe ser una movida re-cuatica.El caracol seguía atónito mirando todo, que pequeño se sentía, que insolente, frente a toda esa majestuosidad del mundo. La luna era amarillenta, y no blanca como le contaban sus profesores, eso lo tenía medio descolocado, aparte de ver que había miles de planetas, miles, y justo al lado de su casa.-de repente vienen gueones a darme jugo, pero los hecho cagando, es que esta guea es de familia ¿cachay?, como que este techo fue de mi papá, y este a la vez, de su papá, y asi pa atrás.No podía creer que había vivido todos estos años, sin saber que habían miles de planetas, tras aquellas panderetas de cemento. Quizás cuantos caracoles podrían haber. Quizás de otras especies, quizás había caracoles sin conchas, como decían los labrios de historia. In-cre-ible.-la gata de atrás po gueon, de la casa de atrás, ésa ha tirado con todos los de acá, hasta con el tuerto de la casa roja po gueon, con eso te lo digo todo.

El caracol volteo sus antenas en 180º para mirar al gato, realmente ahora ya había visto todo, y le parecía increíble, pero ya no sabía que hacer, ¿tenía que volver a su pueblo, para contarle todo lo que había visto? ¿No era mejor guardar el secreto? ¿Qué se hace luego de batir un record? Un montón de ideas guachas se le venían a la cabeza, algunas tan descabelladas, como iniciar una nueva civilización en el techo, algo así como “los caracoles del techo”, que eran más rápidos que los normales, pero se dio cuenta que para eso, necesitaba a alguien más, a una caracola.
-y le dije, ¿queris estar con migo, o con el otro gueon?, dímelo ahora…-oye gato, tú ¿qué haces cuando llegas acá, a la punta del techo?-heeee, no sé si sabiay pero acá nos agarramos a las gatas, ¿cachay?, eso te estaba contando, que ahora se supone que viene la loca, en la buena onda, pa decirme si quiere estar con migo, o con los otros gueones.- te capto. ¿Y como es estar con una mina?-uffff (por eso eres tan grasoso po gueon), es otra cosa compadre, en serio, es lo mejor, mejor que la droga, la pasta y todas esas cosas, es raro, bueno, por eso estamos parados toda la noche acá en el techo, peleando con quien quiera meter los pelos en el territorio, para cuando llegue la reina, lo pille todo impeque. A las gatas no les gusta estar con un gato, en una guea toda cochina, le gusta la limpieza, y no les gusta que las miren, bueno hay de todo, hay algunas que no les molesta el voyerismo, pero a la mía, si, por eso tengo que tener esto impecable.-¿pero tú no haces más cosas? , en el día por ejemplo.-noo po gueon. En el día se come y se duerme, en la noche, lo que te conté.
El caracol, estaba atónito con las palabras del gato, realmente, volcaba su vida por su gata. Lo que el sabia, no así el gato, es que aquella gata nuca estaría con él, porque lo engañaba. Ya había escuchado por las noches, cuando llegaba harta gente a la casa de los gigantes, con drogas y alucinógenos, bailando, algunas canciones, en donde un tipo presumía poder, y le cantaba su “gata”. Y no había escuchado esto una vez, sino más de cincuenta veces. “Mi gata para acá, mi gata para allá, ella es mi gata, mi gata gánster, mi gatita perrea” y otras cosas que no se pueden contar por acá. Miraba al gato que no para de hablar y de bañarse con su lengua, y pensó: si le digo quizás le de la locura y se mate, mejor hago como si nada, y queda todo tal cual.

-Lo que te falta a ti gueon, es una caracola.-¿estás loco?, si yo soy un deportista de alto rendimiento.-igual po gueon, tu creis que a algún caracol se le ocurriría pegarse un rally a la punta del techo ¿solo?, con el motivo de romper un record, sabiendo que en el techo los caracoles se mueren. Es una estupidez.-¿se mueren?- le dijo el caracol, parando las antenas, como cuando comenzaba cachureos.-Sí, no, este, se mueren de la risa, a eso me refería, tienden a volverse hedonistas que no se si tu sabias pero es el mal del siglo XX, y terminan prostituyéndose algunos, u otros sentados frente al televisor un cuna cerveza en la mano esperando algún partido de futbol.

El gato le aconsejó que no se debía preocupar, que podía descansar por estos lares, hoy, y mañana temprano, con las pilas completamente recargadas volver a su pueblo. El caracol sintió que el gato dejó de mirarlo a las antenas, y realizaba movimientos con sus ojos algo torpes, amorfos, como de nerviosismo. Al rato pensó que la propuesta del gato era algo sensata, volver a estas horas de la tarde, sería un peligro inminente dada las dificultades del camino.-¿puedo quedarme acá en la canaleta?-El gato que en esos momentos miraba el horizonte, altivo, con su mentón inexistente expuesto a la briza veraniega, lo miro con el alma, como miran aquellos misteriosos personajes que uno nunca termina de conocer, y que producen esa curiosidad que siempre se ve invadida de preguntas banales y torpes.-Seguro, ni un rollo, trata de que sea en ese sector de allá (le dijo apuntando a una teja que sobresalía del margen establecido) mejor para mí que no te veas, así mantengo al limpieza en el hogar.

El caracol, completamente exhausto por el viaje y por todas las emociones vividas en aquel largo día, posó su cuerpo baboso sobre la lata vieja, se deslizó unos centímetros antes de adherirse a ésta y emprendió un viaje mental. Un camino por las imágenes de todos los personajes que había conocido, de alguna u otra forma el éxito que hoy había alcanzado se lo debía a esas personas que confiaron en el, que le dieron alguna palabra de aliento, y también aquellos que simplemente lo insultaron y molestaron, ellos también se habían transformado en su compañía a lo menos unos segundos. Porque el caracol sabía que tenía la fortaleza suficiente como para enfrentar cada fiera del pantano. También comprendía que había solo una cosa que jamás podría evitar, el arma más letal, el cuchillo mas afilado, el cañón con mas carga de pólvora; la soledad. Por eso agradecía una y otra vez y recordaba con cariño a todas esas personas que contribuyeron a cumplir su sueño, incluyendo al sancudo. Se preguntaba si aquel anciano había alcanzado el brazo de aquel joven fumador, quizás esta noche, el joven decidió abstenerse del vicio, o simplemente el descuido del olvido que ni siquiera lo premió con un cigarro antes de dormir. Quizás el sancudo ya estaba muerto producto del hambre y su incapacidad para casar una presa más difícil.El caracol se diluía en el cansancio, cuando recordó a su familia, su húmedo cuerpo palpitaba y se atrapaba en nudos, comprendió que los extrañaba. Miraba el cielo que se veía tan cercano, casi que lo podía tocar con sus antenas, miraba su cuerpo que brillaba junto a las estrellas que comenzaban a salir en un jugueteo algo tímido, y de un momento a otro, tras un par de parpadeos, el joven caracol abotagado por la satisfacción que te propina el éxito, escondió su cabeza dentro de su hogar portátil, y casi sin darse cuenta terminó por deshacerse en un sueño profundo, tan profundo como un pozo séptico en San Vicente de Tagua Tagua, completamente negro e infinito, profundamente eterno.

La gata gozaba con los regalos amorosos, independiente de quien viniera y las intenciones que éste tuviera.

El gato sabía de la afición de su amada por los collares exóticos.
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martes, 31 de marzo de 2009


los mosquera






Las moscas viven aproximadamente 24 horas. Tienen 1.440 minutos para ir al colegio, comer, hacer deportes, enamorarse, saludar, molestar y pedir perdón, antes de despedirse para siempre. 8.640 segundos para aprender a volar y aterrizar. Algunos dicen que las moscas se alimentan de la mierda, otros dicen que portan infecciones y enfermedades varias.
Esto de hablar y entender el lenguaje humano me tiene medio loco. He volado por toda la casa, pero sin saber bien a donde ir. Como ½ gramo de harina y pellizqué una uva del parrón en el patio. Dos personas intentaron aplastarme. Una con un diario, la otra con la mano. Hoy logré tener un par de amigos por un par de segundos. A uno lo mató una araña de rincón al atardecer, el otro sigue rondando el sillón del living frente al televisor. Me dijo que se había vuelto adicto a aquel aparato tecnológico. Dice que “nunca vio tanta mierda junta en su vida”.
Hoy por la mañana, a eso de las 10:35 hrs. Creo haberme enamorado. Por lo general la mitad derecha de mis ojos ven una cosa, mientras que la otra mitad, se concentra en algo totalmente distinto. Pero hoy fue algo diferente porque vi 4.000 veces una mosca bonita. Creo que a eso de las 11:27 hrs. Sufrí una desilusión amorosa al darme cuenta de que mis intenciones no eran correspondidas, pero ya estoy bien. Es una etapa superada.
Nací hoy por la madrugada, a eso de las 6:20 hrs. Unos segundos después reconocí a mi mamá. La vi aproximadamente por 3 segundos. Se parece a mí. Más bien, creo parecerme a ella. Me dijo a penas me miro 4.000 veces: “tienes los mismos 4.000 ojos de tu padre.” Luego de esto solo dijo un par de cosas: “si vez a alguien de apellido Mosquera, debes decirle que estoy trabajando para comprar una casa en el campo, en la cual espero reunir a toda la familia, dado que hay suficiente espacio para todos. Pero diles que lleven algodones inflables, para que duerman más cómodos”. Le pregunté que como esperaba reunir el dinero suficiente como para comprar dicha casa, dado que las moscas solo viven 24 horas (aproximadamente). A lo que ella respondió: “ese no es asunto tuyo”. Y se fue a trabajar.
Durante 12 horas he buscado a los “Mosquera” pero no he podido dar con su paradero. Solo he visto 4.000 moscas canosas, pero de apellido Mosquin. En el fondo, creo que se trataba de una sola mosca, pero con esto de que vemos 4.000 veces lo mismo, me he vuelto un poco paranoico.
El punto es que hace un par de segundos creo haber conocido a mis parientes “Mosqueras”. Estaban en un rincón del patio, bajo el árbol, saboreando un ramo de claveles rojos. Los reconocí ya que otro primo me encontró volando perdido por los alrededores, era 3 minutos más joven que yo, pero cerca de 10 milímetros más alto.
Mi corazón latió acelerado, por los minutos de vuelo que llevaba, sin posar mis patas sobre algo para descansar. Cuando llegue a la planta me reconocieron de inmediato; me dieron un abrazo, los mire cerca de 8.000 veces a cada uno (para confirmar realmente que se trataba de los Mosquera y no de otros) y me invitaron un trago de clavel veraniego.
Tengo dos primos machos que se parecen algo a mí. Uno habla poco, y padece de dos enfermedades: es superdotado emocionalmente, y tiene una enfermedad extraña, que no recuerdo el nombre, era algo así como “cagado de la risa”, o algo por el estilo.
El otro es arrebatado, dice constantemente que es choro y toma sol a menudo. Tengo una prima 3 minutos mayor que yo, usa 2.000 anteojos rojos. A veces se ríe tanto, como se enoja. Tengo otra prima 4 minutos más joven que yo. Sobre su cabeza hay 4.000 ojos claros como las hojas del parrón, de vez en cuando gusta de golpear con su pata peluda a la gente, y le grita cosas en un idioma extraño, luego se larga a reír. Tengo dos primas cerca de 12 minutos mayores que yo. Una de ellas abre sus ojos de manera exagerada (que los 4.000 ya casi pareciesen solo dos) cuando se ríe o se enoja. La otra tiene un tatuaje, y dos hijas. Ella también sufre de esa enfermedad lamentable, a la que los humanos llaman “cagados de risa”.
Mis tíos parecen a menudo no ser moscas. No viven apurados, por el contrario, les encanta quedarse durante bastante tiempo en lugares extraños. Mi tío gusta de abrazar a todos los insectos, luego los manda a hacer cosas, luego los abraza, los manda (en esos momentos se estresa) y luego los abraza (en esos se larga a reír). Mi tía prende velas cuando conversa. Las apaga cuando sale a fumar. A veces creo que las velas se prenden solas cuando habla, y se apagan solas por que habla mucho. Tengo más familiares Mosequera, no menos extraños. Todos hablan demasiado, ríen bastante, y hacen reír. Mucho.
Llevo 3 semanas y media viviendo, al menos eso creo. Los primeros días, me exaltaba mucho al preguntarles que cuanto más pensaban vivir, ya que eso “no era muy de moscas”.
Llevo 2 semanas desde que entendí que hay moscas, que tienen otra textura distinta. A veces no parecen reales, ni siquiera se bien si lo son. No pertenecen a la monotonía, ni al pesimismo de las moscas, porque pertenecen a otro mundo, del que trato de hablar: El mundo de los sueños.
Llevo exactamente 168 horas soñando, y le he tomado el gusto a no volar sobre la mierda. Si porto enfermedades, algo graves, creo que también me he vuelto “cagado de risa”. Espero seguir viviendo este sueño por más de 3.000 vidas de mosca. Ni siquiera se bien si soy una mosca. Solo sé que la casa de campo no es tan grande como mi mamá decía, pero el algodón es suave y se duerme bien.

lunes, 9 de marzo de 2009

:)

Hoy salió el sol, para no ocultarse jamás.
Fue de la manera más sublime y casual. Como suele ser en nuestra familia. Los abrazos son calurosos y algo perturbadores, son permanentes en su fondo, mucho mas que en su forma.

Hay algunas cosas que de niño no se comprenden, como las decisiones adultas, llamadas a ser las salvaciones de los barcos, o la sepultura de algún pasado que quema en las conciencias y en el alma. No se puede retratar lo que no se conoce. Nuestra manera es esa. La habladuría frente a la fantasía. Para escuchar a alguien de la familia, se debe prestar atención a las maneras, a los movimientos de las manos, a las vibraciones de los ojos, a los movimientos de los labios, muchas veces ello dice más que las palabras que brotan atolondradas frente a cualquier situación, y que muchas veces son las disculpas ofrecidas invisibles, frente a lo indeleble de lo recordable. Para entendernos, debemos ser cuidadosos, frente a la poca cautela de nuestras frases duras y secas.

La familia es como un árbol verde, de tronco grueso, y de ramas cansadas, como un sauce inclinado, tras el manotazo de algún gigante disfrazado de ventisca, tallado por el pasado doloroso, y del cual han sacado lo más hermoso que un ser humano puede conocer, el amor.
Si te lo dijera, amigo, no lo creerías hasta que lo vieras, la magia de mis precederos encandila, encandila cada sonrisa, cada grito, cada tono grave de suspenso frente a la historieta mas insólita manoseada por la fantasía. Fuimos, somos y seremos así. Seres que dicen más cuando no se les ve, cuando se les imagina, cuando se recuerda cada historia.

Cuando pienso en usted señor Morelio y en usted señora Verónica, no hago más que constatar de lo que hablo y pienso. No somos Goliat, eso es cierto. Somos David. Pero aquel David rengado por la sociedad y sus realidades. Aquel David piterpaneado que lucha junto al pueblo, y que crece frente a todos. Que ama a su familia, y que fantasea en el frasear, que atormenta y asusta con la garganta y con el grosor de las palabras, pero que enternece con la calidez de las miradas y los abrazos, que casi siempre son sorpresivos y perturbadores por eso mismo.

A veces pensé estar a su lado, en todos aquellos tiempos, que gozaron de una fantasía animada por la realidad, por los pisotones infames de la realidad que dejo cenizas que se vuelven a reanimar tras un soplido frente a la fogata de palos blancos quemados.
A veces creí bailar con ustedes y junto a mi madre y tíos, frente al parque, o en la calle misma, donde dibujamos las más insólitas nimiedades y las más agónicas grandezas. Pero no es allí en donde los encuentro, es luego de todo, y al principio de lo eterno. En los corazones.
A menudo intento que el orgullo que siento no se me note en cada palabra que suelto al aire al hablar de ustedes. Sé que aunque lo explicara, no entenderían de lo que hablo. Porque a nuestra familia cuesta entenderla, amasarla, tocarla. Nunca sabré si lo que vivimos aquella vez que nuestra casa se desbordó fue verdad o mentira, no sé que separar, para no transformar la realidad misma que como pocas veces nos era agradecida, en una fantasía sin pies ni cabeza.

Espero recordarlos siempre así. Con lo puro y lo químico de mis apreciaciones. Espero que el pasado nos sea presto a la interpretación, para que el futuro sea todo una linda historia, que los amigos de mis hijos no creerán, y murmullaran cuando él les cuente, que de materia no estamos hechos, somos humo, somos viento, somos fortaleza, somos grito, somos bulla, somos silencio, somos pausa, somos desorden, somos compañía, somos amigos, somos niños. Somos tercos, somos la dificultad misma del aprendizaje. Para nuestra familia no nos resulta difícil pararnos, lo hemos hecho a lo largo de nuestra historia innumerables veces, hemos reconstruido nuestras caras y nuestros cuerpos, cada vez que el tiempo lo ha destruido. Nos paramos una y otra vez, como si de un mono porfiado se tratase, solo nos hace falta pensarnos para saber por que hacemos las cosas, lo demás se da solo. Nuestra mirada dulce de niño torpe y atolondrado es la evidencia misma de aquella sonrisa que no se destruye con el paso del tiempo. Por que vaya que sí sabemos cometer errores, pero lo hacemos dignos y dispuestos a asumirlos, de ellos jamás no enorgullecemos, en nuestras cabezas se tallan las disculpas que muchas veces nos queman el alma.
No deseo construir la biblia, ni relatarlos con ánimos de vanagloriar a santos estáticos. Somos solo el viento dulce, con olor a tortilla de campo, con ánimo de fiesta eterna y copas de vino. Con largas conversaciones de tarde. Con aquellas confesiones que se detienen en nuestra boca antes de salir, para que se nos escape por la puerta del patio la carcajada y la cabeza inclinada como un “nooooo, si esa guea fue la cagada gueon”.

En nuestra familia casi nada es seguro. No es seguro que estemos aquí, o que estemos allá, que estemos realmente enojados, o realmente felices, no es seguro que se enoje, pero tampoco es seguro que se vaya a morir de la risa. Solo una cosa es segura, y en eso estaremos todos de acuerdo (aunque esto no sea 100% seguro) jamás olvidaremos lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos.

Porque ninguna nube gruesa gorda y negra, podrá mentirme y decirme, que de materia estamos hechos. La fantasía no se mancha, ni por la realidad que nos ofrece un despertador a las 6:00 de la mañana y que nuestra mano dormida no alcanza para romperlo. El sol sale siempre, frente a cada golpe en esta carrera loca de nuestras vidas, que no cesa ni para dormir sin roncar. Porque hoy volvió a salir para no ocultarse jamás.



Para mi tío Morelio y mi ti Verónica, junto a toda mi admiración y orgullo que desborda cada vez que los pienso, intactos y cambiantes, pero siempre sentados frente al sol.