jueves, 27 de agosto de 2009

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Esta es la historia de un tipo de origen humilde, que nació en aquel nocturno mes, a la hora en que todos van por su tercer sueño.




Nació así, en un hospital y son collares pascuenses, pero de alguna u otra forma creyó ser bienvenido.




Sus primeros años los cursó en aquella escuela en la que no hay mas profesores que uno mismo y las que se dicen consecuencias.




Se arrastró muchas veces bajo el sol y los ciruelos, con la estela roja que queda en el cemento al caer su fruto y luego de reventarse por la madurez obligada. Bebió de aquella agua proveniente del manantial de los desechos. Se balanceó por las sogas del sauce llorón del canal mas cercano a su casa. Navegó por esos mares, sobre un cubo de plumaví de 1 x 1 metros de diámetro, más cualquier ilusión de rebeldía que suele posarse por aquellas primaveras deseosas de deseos y sueños por cumplir, por cumplir, por cumplir, y así sucesivamente.




Se enamoró tarde, cuando lo reconoció. Aun así no fue en vano y él lo sabe.
En aquel tiempo en que creyó saberlo todo, ciertamente lo supo y quiso a sus amigos aunque mucho de estos no lo quisieron, pero la sensación apestosa de no ser correspondido no le quitaba espacio en sus memorias de mosca.
Tarareó canciones pero nunca en conciertos. Consideraba que gastar plata en poseer el mas cómodo asiento, no era motivo para dejar de fumar y tomar en la calle.




Tenía el presentimiento de que haría algo grande, y cuando casi comprendió qué sería ese algo, supo del engaño y sus misericordias. Trabó su lengua, escondió su cabeza tras la concha, y rebotó constantemente hasta entrar a aquella escuela en la que aventurados se lanzan muchos, en busca de la estrella negra.




Comenzó a volar por los cielos de las micros, dejando su cuerpo sentado en el último asiento, el más caliente, junto al motor, sus sonidos y vibraciones.
De un día a otro dejó de viajar en micro, o a lo menos olvido que lo hacía, porque así tenía que ser si quería detallar en su curriculum aquello tan grande que había alcanzado, aquel pergamino del que creía hacerse poseedor, así que decidió viajar a pie, y mas bien solo, pero no menos apurado.




Conoció el otro lado de la ciudad, tras aquel tobogán que cambia de color según lo alto del lugar en el que se aprecie. Supo que su cara no portaba aquel mal del que portan los desposeídos, por alguna razón, sentía que no había sido nunca un tipo malo. Porque el malo es el que hace maldades y el no las hizo nunca, además nunca disfruto mucho de ellas.
Un día en el cumpleaños número cuarenta de la madre de su mejor amigo, excedido de copas y entre balbuceos irreproducibles, les hizo comprender a sus amigos lo exitoso que sería, y ellos lo comprendieron. Cuando cerró la puerta tras irse, la fiesta continuó.




Consiguió ser la única pelota de playa que da botes sin caer de nuevo al suelo, se había quedado arriba, aunque cómodo no se sentía.




Por alguna razón que desconozco, se acostumbró a la incomodidad, y consiguió con el tiempo ocultar su cara de desagrado. Mezcló su voz enredada y turbia con un tono acelerado pero mucho más claro, lo que lo hizo acreedor del don de la empatía.
Cuando alcanzó la cualidad misma de la claridad en el tono y en la forma de las frases, se dirigió a donde se dirigen aquellos que toman decisiones, mas nunca las tomo, ni antes ni tampoco creyó hacerlo en ese momento.




La responsabilidad de una decisión, según decía, era tan complicada como realizar su firma de manera idéntica en su primer cheque.




La gente supo que era él quien debía tomar las decisiones, y él se reía por que comenzó a sentir que si podía hacerlo, aunque no le acomodara, podía hablar en tercera persona: “pepito si quiere esto”, “a Juan le molesta tremendamente aquello”, “María considera que esto es una injusticia”, y ajustició a quienes creía se hacían vulnerables a la palabra golpeada de su voz, perfectamente disfrazada según los medios, pero solo él sabía que aquello no era más que un capullo. Esa noche vio caer tras las rejas a su antiguo vecino por el delito de robo con perseverancia (intentó robar nueve veces la botillería de la esquina, esa misma noche), pero no dijo nada.




Aquel día de su muerte se le encontró en un departamento amplio, de colores claros y celestiales, con las ventanas más abiertas que sus trancas, con el frío dentro de las cuatro paredes como un residente mas, y el viento que entraba como la policía de investigaciones en poblaciones bajas, como queriendo llevarse algo más que su conciencia. Por la ventana se veía toda la ciudad, como en un juego del “gran Santiago”. Si se contemplaba aquel cuadro en una sola dimensión, pareciese que todo Santiago, completito y si divisiones cabía en su balcón. Pero la realidad no se ve en una sola dimensión y el siempre lo supo.







Una copa rota descansaba en la alfombra de lino, y el vino blanco casi se evaporaba en el suelo, porque la fruta puede disfrazarse con químicos, etiquetas y procesos industriales, pero finalmente se pudre como toda fruta vacía que se despega de su árbol.


















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miércoles, 26 de agosto de 2009

aeaeaeaeam




Empujo la puerta con una sola mano, y en la otra, tres libros que me tincaron en el mesón de aquella feria del libro en providencia.


- ¿Usted atiende acá?
- Si
- ¿Cuánto cuesta este libro?
- todo a mil, eaeaeaam, todos los libros que están en el mesón eaeaeaem, están a mil.

(Aquel "eaeaeam", se deriva de aquella mueca pseudo intelectual, de gente que acostumbra mas a leer y a escribir que a hablar, por tanto, arrastra los pensamientos en que construye las frases próximas y las exhibe sin motivos)En ese momento miro al Herman como diciéndole; chuta, y yo que pensaba llevarme solo uno.


- pensaba llevar solo uno, pero siendo así, llevo los tres.
-propro eam ¿te los envuelvo?
-Por favor.


Se los entrego y mi cabeza rueda por el cuadrilátero de libros arrumbados, amarillentos muchos, empastados de color ladrillo otros, así mi memoria se perdió en las impresiones y no en los impresos, no pude retener un solo título. En una orilla veo una biografía de “Don Augusto Pinochet Y su honorable junta de gobierno”, así, tal cual, volteo y le pregunto:


- ¿Tiene algún libro del 73, del golpe?
- creo que no, no,eaeaeam, me parece que se llevaron el último.
- ¿pero me puede recomendar alguno?
- Si…eaeaeaem, 11 minutos…eaeaeam,, tiene nsnsn prorpoa, de caballos y…bueno…eaeaeam. Pero llegan y se van luego, los compran de inmediato, tienes que estar dando constantes vueltas por acá, eaeaparaeaem, para que encuentres uno.


Uno de aquellos lo había encontrado en su estantería, era el mismo que estaba envolviendo en ese preciso momento, se lo dije con la mirada, pero el tipo no me escuchó con los ojos.


- Entonces si las elecciones fueses según la tendencia en las compras de libros, ganaría la izquierda por lejos, dado que en su vitrina hay hartas biografías de Pinochet, y no veo alguna de Allende.


El tipo se sonroja y comienza un mas prologando "eaeaeam".


- eaeaeeam… pero sin embargo nadie te asegura que todos quienes compren…eaeaeaeeam, libros de izquierda sean precisamente de izquierda…eaeeaeem. ¿Me captas?


A esas alturas, me había perdido en quizás la mas prolongada construcción mental de frases próximas que había escuchado, para mirarlo sin reparos ni ademanes de conversación cerrada y decirle casi de manera mecánica:


- Si (no).







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Olvide lo que es sentir




¿Era ese el enigma que debía resolver todo este tiempo?


De otra forma lo recordé pensando y no sintiendo,
¿Bastó ver “Pd: i love you”, y fumar un cigarro en la post vista?


No sé si era necesario que pasaran años, días discutiendo, noches escribiendo cuando creí que al fin debía cambiar mi forma de pensar para volver al camino que había perdido, de esta forma miro al cielo con los ojos cerrados y al fin aquel cielo semi-despejado volvería a callar para poder llenar el todo de nada y preguntarme:
¿Fue necesario que pasaran todos estos años, para saber cuál era la causal de mi desgano y desilusión?


La única forma de alimentar la desilusión es teniendo una ilusión, y aquella ya no es sensible, ni debe remitirse a una búsqueda emocional, porque no la impulsa el corazón, sino la cabeza.
Porque aquellas fueron y son temores, y son ellos los que me traban y me desdibujan.

¿Recuerdas aquellas veces que nos miramos y reímos, durante días enteros, de cosas que ya no recuerdo? Me dijiste una vez, en la que sentí y aun creí sentirlo. Me di cuenta de ello porque simplemente cuando lo leí de tu mensaje, sonreí, de la misma forma como creí hacerlo aquellos días de verano en el mirador.


¿Recuerdas lo fácil que era ser feliz?


¿Recuerdas que aquellas veces era todo sin preguntas?


¿Recuerdas lo que debías hacer para sentir?


Es tormentoso saber que en la cabeza no se siente, que aquello que imaginas no es lo que tiene que ser, porque aquello es lo que es, no lo que quieres que sea. Me aturde aconsejarme, me aturde pensar en aquellas noches en que cuando termine de escribir, y decir: claro, es esto, desde mañana las cosas serán distintas, por que encontré aquello que partió mi vida en dos.
Y todo ello era tan simple, mucho mas simple, de lo que creías que era.


¿Tenía que ver en aquella película, la forma en que lloran los ojos de felicidad?


¿Recuerdas lo que era aquello?


Llorar sin motivo, reír sin motivo, sin consecuencia, solo por inercia, solo por contacto, por tragar y no digerir, porque las cosas deben ser así, nunca un paisaje de Disneilandia será tan bello como Coñaripe, por que las cosas bellas son aquellas que realmente son, no las que uno quiere que sean.


¿Porque aquella incapacidad de sentir en el mundo real?, si este es el único lugar en donde se puede sentir, si no es acá sabelotodo explícame donde, porque te aseguro que ninguno de los lugares que me digas, será una realidad, sino mas bien, lo que quieres que sea.


¿Es más genuino pensar lo espectacular que es sonreír, que simplemente hacerlo?


No sé en qué momento comenzó a ser más satisfactorio construir mentalmente los momentos, más satisfactorio que reír y llorar como los humanos deben hacerlo, claro, cuantas veces escuche aquella frase tan violada “las simplezas de la vida”. Tal parece que la vida de adultos no existe, y fue la farsa más grande que se pudio inventar. La vida misma es una simpleza, lo simple de una gota al caer por la ventana, tras un día lluvioso, no es otra cosa que eso.
No es escusa para un poema, ni para construir una escena de un film, ni mucho menos para retratar una canción cebolla, es simplemente eso, una gota cayendo por la ventana.
Como alguien puede tener miedo a sentir.


Si el miedo es solo una sensación, como la alegría o la euforia, el miedo no mata.


El miedo es el miedo


La rabia es la rabia


La vergüenza es la vergüenza


La tristeza es la tristeza


No necesita más filtro, que el de nuestros sentidos, porque aquellos es eso, y no lo que queramos que sea.


Entonces, ¿orgullo y prejuicio no es mi búsqueda? Si consideraba que Jane Austen era la persona perfecta que podría hablar de amor perfecto sin siquiera haber salido de su casa, ni escapar de las barras de sus padres. Es eso, ella no sintió, solo escribió lo que creyó que era aquello, que debió escribir tal cual, pero claro, sin esa interpretación su libro no sería leído quinientos años después. Me acomodaba su historia, porque era la “maravilla” de buscar lo que creí debía ser todo.


Era cosa de tiempo que aquella “maravilla cerebral” me permitiera encontrar nada.


Porque el sentir, es finalmente lo que nos diferencia de los muertos, podemos sentir, esa es la verdadera razón por la cual seguimos vivos, y no tras una vitrina de un mostrador de moda.
No debo entender esto como un auto consejo, o como una terapia, no debo entender nada, la cabeza es para los recuerdos, para deshilachar historias y momentos, no para vivir el presente, porque aquello es para los vivos, aquellos seres sensibles, simplemente seres que sienten.

Lo diré de una vez y no como una repuesta a alguna pregunta, lo diré así y a secas, sin que necesariamente signifique algo o sea la conclusión de todo, lo diré por que acabo de escuchar el cielo y su música, me senté y comencé a escribir, sin encontrar finalmente la canción que acompañaría y encausara este escrito, lo termine en silencio y sin ayuda, sin traducciones ni interpretaciones. Lo diré por que no llore con la película que todos lloran, y es eso, no es un vacio que me deba incomodar, es simplemente eso.



Desde que comencé a preguntarme el cómo hacer para sentir, fue cuando simplemente deje de hacerlo.
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