miércoles, 1 de abril de 2009

Caracol col col, saca tus cachitos al sol





Aquel día, junto al sol y a todo los microorganismos que se activan con su luminosidad, el caracol asomó sus antenas lo suficiente para ceder frente a las nubes que titubeaban tímidas, dibujando cuanta cosa se pueda imaginar en un cielo que poco tenia de claro.Una vez más se preguntaba si aquel camino que llevaba durante años, aquel camino que se presentó como un enigma en un comienzo, ahora en un futuro como todos” prometedor”, lo llevaría a aquel lugar que buscaba. A menudo miles de hormigas le sacaban mas de cien vueltas. Para que hablar de las arañas y gatos, esos sí que sabían lo que era llegar a un lugar, ahora, el hecho de poder permanecer en aquel, sin que un balde de agua los echase, ya es otro tema.

Aquel caracol del que te hablo, nunca supo cómo eran los techos en su superficie, porque para pretender tamaña hazaña, sin que su cuerpo se secase o algún niño lo despedazara en el intento, era casi imposible, pero su idea no hablaba de techos de cerámica, ni de pizarreño, hablaba de aquel techo que se sumergía en lo imposible, en lo permanente, en lo perdurable, pero más aun, en la solemnidad de lo inalcanzable. Si el centro de la tierra ya era alcanzable, al menos Julio Verne así lo señalaba, el techo, por el contrario era aquello que gozaba de tal ambigüedad que no te permite pensar en otra cosa más que en aquel sueño tentador e inmune a la realidad de alcanzarlo.

¿Cuando un caracol podría llegar al techo de una casa?, ¿algún cuentista le permitió alguna vez tal dicha? Sin embargo, las tortugas, similar en características cuando de velocidad se habla, si podían ganarles a los conejos una carrera. Pero el caracol…el caracol, solo tenía un brillo, la huella de su baba corporal estampada en el piso. ¿Otro brillo, algo más imponente?, no, creo que no tenía otro. Caminar por las paredes, eso si que podía ser un brillo, pero, ¿de qué te sirve caminar por las paredes?, en el fondo, estas caminando igual, sobre algo, igual estas atado a algo, no es un súper poder o algo así que uno pueda decir; que envidia aquel caracol que camina por las paredes, porque puede…puede…puede caminar por las paredes.Las burlas de las abejas eran constantes y oportunas. Cada vez que el caracol llegaba a la mitad de una pared, desde el suelo, no faltaba quien lo sacaba de aquel logro, para bajarlo a la realidad. Pero si hay algo que tienen los caracoles aparte de caminar por las paredes, es su testarudez, podríamos llamarlo convicción, para hacer de este cuento algo mas mágico y esperanzador. El caracol no tenía amigos, era el más rápido de su clase, podría alcanzar en aquellos días de lluvia, unos sesenta centímetros a los 30 minutos. Era toda una Azaña. Sus padres decían a menudo: “este chico pinta para atleta”. Pero el caracol no alcanzaba a llenarse de dicha cuando los comentarios de sus hermanos llegaban para apaciguar las ganas: ¿hay alguna olimpiada para caracoles papá?, jajajaja, cuando la inicien me avisas, para postular al lanzamiento de la baba, vieras como puedo lanzar baba por los aires, ajjaajaj.El caracol, salía del colegio por las tardes y comenzaba las caminatas larguísimas por el jardín, que terminaban al anochecer, cuando llegaba a su casa exhausto, pero con un pelo bajo la lengua; sabía que si quería llegar al techo, tendría que andar mas rápido aun, mas rápido que los gatos, arañas, abejas, y niños. La ambición era algo parecido a un pecado, pero para él, era el motivo, el motivo del que comprenden los deportistas de alto rendimiento, como este caracol. Entre los caracoles, claro.

Pero comenzaba diciendo, aquel día, paso algo distinto. No sé si las nubes, el sol que jugaba a las escondidas permanentemente, o sus mismas antenas que alcanzaban el aire balanceándose a sus compas, la cosa es que sintió algo dentro de su espumosa estructura, algo que le decía: hoy es el día compadre, de irte lejos de esta monotonía, ahora o nunca.

El caracol, se despidió de sus padres. Lo mismo simbólicamente con sus hermanos y emprendió un viaje que lo llevaría a la gloria, al “libro de Guinness”. Casi podría imaginar la repisa de su casa llena de medallas y trofeos, fotografías con el presidente, recortes de diarios que detallaban la gran asaña: “pajero y todo, la hizo de golden” ¡perdón!, no figuraban entre los recortes y columnas de la cuarta, era algo más parecido a: “el caracol más rápido de la historia, logra llegar al techo y plantar la bandera chilena en la cima.” Entre tanta utopía, el caracol ya llevaba un par de centímetros, había girado hacia la izquierda y no como siempre lo hacía, derecho hacia la nada, esperaba trepar el pilar del cobertizo, llegar al cruce de “pilar con pizarreño”, tomar la quinta silueta de la plancha de zinc, girar a la izquierda nuevamente para llegar a la madera de la biga, subir por la avenida triangular, y llegar a la cima, así tal cual: LLEGAR A LA CIMA. No le importaba que la madrugada durmiera antes de que consiguiera su objetivo, había entrenado poniéndose al sol un par de minutos cada día, para lograr la inmunidad, o quizás, siendo más realista, extender la tolerancia al sol.

En el camino se encontró una vez mas con los dueños del cobertizo: las hormigas. Quienes al instante, no dudaron en palanquearlo y mofarse de tan prometedora asaña. “y ahí va el muy simpático”, “oye caracol ya estay pegándote el pique y ni hay salido de tu casa” “oye,¿ tú limpiay después los kilos de baba que dejay?, le dijo una hormiga, antes de chocar con otra hermana de cabeza, botando un grano de azúcar, que partió en dos la larga caminata en la peregrinación constante de lo mismo. Y así como estos, eran muchas las simpáticas que le gritaban al caracol, pero este iba en otra sintonía, en otra radio, totalmente distinta, imperturbable.
Fue así, tal como te lo cuento, el caracol alcanzaba ya la mitad del pilar que sostenía el techo del cobertizo. Iba en lo mejor, aun no anochecía, cuando a lo lejos divisó a otro grupo que era algo más peligroso que el anterior, el menos, estos si tenían ojos. “podrían verlo a la vez que lo insultaban”, lo que era algo más molesto.“ajajajaj, cáchate el otro, de atleta se las da”, “uuuuuhi, calmao que puedo caminar de manera vertical, ajjajajaja, la media guea, puedo hacerla hasta con dos patas.”
Así, como en el encuentro anterior, el caracol siguió, siguió y siguió, no debía detenerse si pretendía llegar a la meta, sería una torpeza de su parte detenerse a discutir, sabiendo que al tiempo que lograse embarcar un golpe, las arañas ya estarían en la otra esquina del techo. De esta forma el caracol tomo la quinta silueta de la plancha de zinc, era la etapa más difícil, porque la textura de la plancha, y los químicos que la componían, interferían en sus sentidos, transportándolo a otro lugar a ratos. Completamente drogado, el caracol reía y gritaba techo abajo. Gritaba cosas, no se le entendía mucho, creo que cada frase que lograba armar, se trababa en la lentitud de su boca, y en la ejecución de sus cuerda bocales dada el alto poder de la “droga del zinc”, como lo llamaban en “contacto” e “informa especial”, la droga del zinc, se transformó en algo así, como el “opio del pueblo”, en estricto rigor de la palabra.

Las arañas poseían gran parte del techo con este comercio. Les vendían rasgaduras de zinc a las hormigas, aun que gran parte de estas transacciones eran una completa estafa, ya que las hormigas no podían ver la mercancía, cuando se trataba de restos de polvo y tierra. Pero como la mente es poderosa, las hormigas llevaban años volándose con algo que no era, solo las ansias de sentir tal éxtasis, las transportaba a sensaciones algo extrañas. Dado el efecto de esta droga falsa, en rigor, el efecto de la mente, estimulada por la forma de lo que adquirían, últimamente se había visto a más de alguna hormiga deambulando sola, chocando con todo el mundo, y corriendo full, y parando, full, parando, sin razón aparente.

El caracol, ya había probado todo tipo de drogas a esas alturas, el polvo, agua de lluvia atrapada, y hojas de ciruelo secas, estas últimas eran más complicadas porque había que frotarlas al sol para poder consumirlas, y a esas horas, el sol estaba a punto de extinguirse. Cuando de pronto logró escuchar la bocina de un policía zancudo, los “cara de pelota”, eran capturados, con las manos en el zinc, cayeron: el tato Juan, papa Juan, el pequeño Juan, Juan el choro, el loco Juan, la mama Juan, Juan A. Dearcoh y algunos vigilantes, el negro Juan, y Juan tripa seca.Tal evento despabiló al caracol en el instante, comprendió que la droga solo tenía un gran efecto, aparte de los ya conocidos: “hace que pillen a los traficantes”. En eso estaba el caracol, cuando se encuentra con un sancudo ya jubilado. Este era re buena onda, tiraba unas tallas, fomes como él solo, pero era muy simpático. El caracol le conto lo de su asaña, mientras caminaban lento por la silueta. Nunca olvidaría las palabras que le dedico aquel vegete, no degenerete, cuando le conto que había caído en el flagelo de la droga.“ten cuidado con el doping gueon, esa guea, cago a Maradona, con eso te lo digo todo”, tales palabras calaron hondo en el caracol, y así comprendió, que su asaña, debía estar limpia de toda “cosa extra”, solo debía ser él, y su marca, nada de estimulantes externos.

Agradeciendo los consejos del zancudo, que se despidió señalándole que tenía que volver a la ventana del segundo piso, antes de las 9:00 hrs, porque a esa hora, el cabro de la casa, fumaba, y sacaba el brazo por la ventana para botar el humo del cigarrillo, y ahí, había que hacerla, nada más. El caracol llegó a la biga.Se veía más grande de lo normal, era inmensa, brillante como su cuerpo, y de un olor a madera exquisito. “Qué gran estructura”, pensó. Esto debe ser de los monumentos más bellos que he visto, era realmente majestuoso, el resplandor de la luna que ya se ponía, era increíble, era como si la luna y esa madera, hablasen el mismo idioma, se comunicaran con gran naturalidad.El caracol subió a la biga, y emprendió lo último de su viaje. Que rápido había ido, ni él podía creer tal rapidez… era increíble, realmente asombroso. Trató de disfrutar lo ultimo de su viaje, que a su parecer fue lo mejor, andar por madera lijada, es lo mejor que puede haber en el mundo, en cuanto a éxtasis se hablara. La sensación era casi alucinógena, a menudo se preguntaba si el efecto de la droga había pasado, porque se sentía realmente extasiado a ratos. Cuando llegaba a la punta de aquella biga, casi cae de espaldas al escuchar una voz que le dice: “¡vah!, tenemos visita”. Era un gato negro, por lo que el caracol bajo sus antenas para no caer en la mala suerte.

-¿y creis en esa gueas?, tu gente no cree que un caracol pueda llegar a la punta del techo, ¿y si cree que un gato te de mala suerte?, ustedes los caracoles sí que son raros.-no si no es eso, perdón, es que ando medio volado, y el cansancio me tiene cagado-.-no si te cacho, ¿queris que te ayude a subir?-no, gracias socio, quiero hacerlo solo, es que voy a romper un record, y si me ayudas, caga todo, ¿cachay?-te cacho.
El caracol pudo subir a medias, ya con lo último de sus fuerzas, más seco que pecho de camello, logró posarse junto al gato, que majestuoso, parecía un dios, pero como ya lo había escuchado hablar en aquel lenguaje poco coloquial, más próximo al mundo del hampa, sintió que era amigable.
-oye gueon, y ahora que estay acá en el techo, digo, ahora que rompiste el record, ¿que vay a hacer?- no lo sé, tengo que plantar una bandera chilena, aquí al lado, para que cachen que fue verdad la cosa.- te cacho. ¿Y después de eso?, ¿tenis que bailar o algo así?-como ¿un baile?- le dice el caracol perturbado frotando sus antenas.-si po, así como de tribus, en las tribus los gueones bailan, así, alrededor del fuego, o en eventos y gueas, bueno ahora igual la gente baila en eventos, pero eso ya es otra cosa, se llena de gente, y en la entrada te piden carnet.-no, para nada, o sea, más que por lo de el record, vengo por un asunto mío, como de adentro ¿cachay?-te cacho. ¿Y qué se siente?Tras la pregunta, el caracol se percató de que había entablado una interesante conversación con el “señor gato”, pero no había mirado ni pensado en que había logrado su asaña. De pronto volteó sus antenas, y pudo ver todo. Ahora comprendía el sentido de la vida, ahora sí que había llegado, ya nadie le podría contar cuentos, porque ya lo sabía.
-es cuatico esto del techo, o sea, nosotros pasamos en los techos, pero por que vivimos acá, pero me imagino que para ti, debe ser una movida re-cuatica.El caracol seguía atónito mirando todo, que pequeño se sentía, que insolente, frente a toda esa majestuosidad del mundo. La luna era amarillenta, y no blanca como le contaban sus profesores, eso lo tenía medio descolocado, aparte de ver que había miles de planetas, miles, y justo al lado de su casa.-de repente vienen gueones a darme jugo, pero los hecho cagando, es que esta guea es de familia ¿cachay?, como que este techo fue de mi papá, y este a la vez, de su papá, y asi pa atrás.No podía creer que había vivido todos estos años, sin saber que habían miles de planetas, tras aquellas panderetas de cemento. Quizás cuantos caracoles podrían haber. Quizás de otras especies, quizás había caracoles sin conchas, como decían los labrios de historia. In-cre-ible.-la gata de atrás po gueon, de la casa de atrás, ésa ha tirado con todos los de acá, hasta con el tuerto de la casa roja po gueon, con eso te lo digo todo.

El caracol volteo sus antenas en 180º para mirar al gato, realmente ahora ya había visto todo, y le parecía increíble, pero ya no sabía que hacer, ¿tenía que volver a su pueblo, para contarle todo lo que había visto? ¿No era mejor guardar el secreto? ¿Qué se hace luego de batir un record? Un montón de ideas guachas se le venían a la cabeza, algunas tan descabelladas, como iniciar una nueva civilización en el techo, algo así como “los caracoles del techo”, que eran más rápidos que los normales, pero se dio cuenta que para eso, necesitaba a alguien más, a una caracola.
-y le dije, ¿queris estar con migo, o con el otro gueon?, dímelo ahora…-oye gato, tú ¿qué haces cuando llegas acá, a la punta del techo?-heeee, no sé si sabiay pero acá nos agarramos a las gatas, ¿cachay?, eso te estaba contando, que ahora se supone que viene la loca, en la buena onda, pa decirme si quiere estar con migo, o con los otros gueones.- te capto. ¿Y como es estar con una mina?-uffff (por eso eres tan grasoso po gueon), es otra cosa compadre, en serio, es lo mejor, mejor que la droga, la pasta y todas esas cosas, es raro, bueno, por eso estamos parados toda la noche acá en el techo, peleando con quien quiera meter los pelos en el territorio, para cuando llegue la reina, lo pille todo impeque. A las gatas no les gusta estar con un gato, en una guea toda cochina, le gusta la limpieza, y no les gusta que las miren, bueno hay de todo, hay algunas que no les molesta el voyerismo, pero a la mía, si, por eso tengo que tener esto impecable.-¿pero tú no haces más cosas? , en el día por ejemplo.-noo po gueon. En el día se come y se duerme, en la noche, lo que te conté.
El caracol, estaba atónito con las palabras del gato, realmente, volcaba su vida por su gata. Lo que el sabia, no así el gato, es que aquella gata nuca estaría con él, porque lo engañaba. Ya había escuchado por las noches, cuando llegaba harta gente a la casa de los gigantes, con drogas y alucinógenos, bailando, algunas canciones, en donde un tipo presumía poder, y le cantaba su “gata”. Y no había escuchado esto una vez, sino más de cincuenta veces. “Mi gata para acá, mi gata para allá, ella es mi gata, mi gata gánster, mi gatita perrea” y otras cosas que no se pueden contar por acá. Miraba al gato que no para de hablar y de bañarse con su lengua, y pensó: si le digo quizás le de la locura y se mate, mejor hago como si nada, y queda todo tal cual.

-Lo que te falta a ti gueon, es una caracola.-¿estás loco?, si yo soy un deportista de alto rendimiento.-igual po gueon, tu creis que a algún caracol se le ocurriría pegarse un rally a la punta del techo ¿solo?, con el motivo de romper un record, sabiendo que en el techo los caracoles se mueren. Es una estupidez.-¿se mueren?- le dijo el caracol, parando las antenas, como cuando comenzaba cachureos.-Sí, no, este, se mueren de la risa, a eso me refería, tienden a volverse hedonistas que no se si tu sabias pero es el mal del siglo XX, y terminan prostituyéndose algunos, u otros sentados frente al televisor un cuna cerveza en la mano esperando algún partido de futbol.

El gato le aconsejó que no se debía preocupar, que podía descansar por estos lares, hoy, y mañana temprano, con las pilas completamente recargadas volver a su pueblo. El caracol sintió que el gato dejó de mirarlo a las antenas, y realizaba movimientos con sus ojos algo torpes, amorfos, como de nerviosismo. Al rato pensó que la propuesta del gato era algo sensata, volver a estas horas de la tarde, sería un peligro inminente dada las dificultades del camino.-¿puedo quedarme acá en la canaleta?-El gato que en esos momentos miraba el horizonte, altivo, con su mentón inexistente expuesto a la briza veraniega, lo miro con el alma, como miran aquellos misteriosos personajes que uno nunca termina de conocer, y que producen esa curiosidad que siempre se ve invadida de preguntas banales y torpes.-Seguro, ni un rollo, trata de que sea en ese sector de allá (le dijo apuntando a una teja que sobresalía del margen establecido) mejor para mí que no te veas, así mantengo al limpieza en el hogar.

El caracol, completamente exhausto por el viaje y por todas las emociones vividas en aquel largo día, posó su cuerpo baboso sobre la lata vieja, se deslizó unos centímetros antes de adherirse a ésta y emprendió un viaje mental. Un camino por las imágenes de todos los personajes que había conocido, de alguna u otra forma el éxito que hoy había alcanzado se lo debía a esas personas que confiaron en el, que le dieron alguna palabra de aliento, y también aquellos que simplemente lo insultaron y molestaron, ellos también se habían transformado en su compañía a lo menos unos segundos. Porque el caracol sabía que tenía la fortaleza suficiente como para enfrentar cada fiera del pantano. También comprendía que había solo una cosa que jamás podría evitar, el arma más letal, el cuchillo mas afilado, el cañón con mas carga de pólvora; la soledad. Por eso agradecía una y otra vez y recordaba con cariño a todas esas personas que contribuyeron a cumplir su sueño, incluyendo al sancudo. Se preguntaba si aquel anciano había alcanzado el brazo de aquel joven fumador, quizás esta noche, el joven decidió abstenerse del vicio, o simplemente el descuido del olvido que ni siquiera lo premió con un cigarro antes de dormir. Quizás el sancudo ya estaba muerto producto del hambre y su incapacidad para casar una presa más difícil.El caracol se diluía en el cansancio, cuando recordó a su familia, su húmedo cuerpo palpitaba y se atrapaba en nudos, comprendió que los extrañaba. Miraba el cielo que se veía tan cercano, casi que lo podía tocar con sus antenas, miraba su cuerpo que brillaba junto a las estrellas que comenzaban a salir en un jugueteo algo tímido, y de un momento a otro, tras un par de parpadeos, el joven caracol abotagado por la satisfacción que te propina el éxito, escondió su cabeza dentro de su hogar portátil, y casi sin darse cuenta terminó por deshacerse en un sueño profundo, tan profundo como un pozo séptico en San Vicente de Tagua Tagua, completamente negro e infinito, profundamente eterno.

La gata gozaba con los regalos amorosos, independiente de quien viniera y las intenciones que éste tuviera.

El gato sabía de la afición de su amada por los collares exóticos.
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